Las antiguas fiestas de los ciclos de la naturaleza se llaman ahora Navidad y Semana Santa, y ya no son homenajes a los dioses paganos, sino solemnes rituales de veneración a la divinidad que ha ocupado sus días y se ha apoderado de sus símbolos.
La Fiesta Hilaria, heredada o inventada por Roma, saludaba la llegada de la primavera. La diosa Cibeles se bañaba en el río, llamando a la lluvia y a la fertilidad de los campos, mientras los romanos, vestidos con ropas estrafalarias, rodaban de risa. Todos tomaban el pelo a todos, y no había en el mundo nada o nadie que no fuera digno de ser reído.
Por decisión de la Iglesia Católica, esta fiesta pagana de la hilaridad, que riendo celebraba la resurrección de la primavera, coincide cada marzo, día mas, día menos, con la resurrección de Jesús, de quién los evangelios no registran ni una sola risa.
Y por decisión de la Iglesia, el Vaticano ha sido construido en el exacto lugar donde la fiesta de la alegría culminaba. Allí, en la vasta plaza donde resonaban las carcajadas de la multitud, ahora se escucha la grave voz del Papa recitando páginas de la Biblia, un libro donde nadie ríe nunca...
Eduardo Galeano., "Espejos".
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