jueves, 7 de octubre de 2010

12 de Octubre

 “Desde el descubrimiento empezó la malicia a perseguir unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia y que prefieren dejar sus pueblos que sujetarse a las opresiones y servicios de sus amos, jueces y curas.”

Mariano Moreno, Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios, 1802.

“Estos salvajes no tienen leyes ni fe y viven en armonía con la naturaleza. Entre ellos no existe la propiedad privada, porque todo es comunal. No tienen fronteras ni reinos, ni provincias ¡y no tienen rey! No obedecen a nadie, cada uno es dueño y señor de sí mismo. Son un pueblo muy prolífero, pero no tiene herederos porque no tienen propiedades...
Sin dudas, me hallo cerca del paraíso terrenal.”
Américo Vespucio, (1454-1511)

“Cacique Hathuci, antes de ser quemado, un fraile le ofreció la conversión, aclarándole que si no aceptaba su alma iría el infierno a sufrir el tormento eterno.
 El jefe rebelde preguntó sin vacilar:
-¿Los españoles también van al cielo?
-Pos supuesto   -respondió el fraile-
-Entonces prefiero ir al infierno.”

“Y en los campos labrados fuimos devotos de las diosas de la fecundidad, mujeres de vastas caderas y tetas generosas, pero con el paso del tiempo ellas fueron desplazadas por los dioses machos de la guerra. Y cantamos himnos de alabanza a al gloria de los reyes, los jefes guerreros y los altos sacerdotes.
Y descubrimos las palabras tuyo y mío y la tierra tuvo dueño y la mujer fue propiedad del hombre y el padre propietario de los hijos.”

Colón
Desafiando la furia de los vientos y el hambre de los monstruos devoradores de barcos, el almirante Cristóbal Colón se echó a la mar.
Él no descubrió América. Un siglo antes habían llegado los vikingos. Y trescientos siglos antes que todos, habían llegado los más antiguos pobladores de estas tierras, a quienes Colón llamó indios creyendo que había entrado al Oriente por la puerta de atrás.
Como no entendía lo que los nativos decían , Colón creyó que no sabían hablar; y como andaban desnudos, eran mansos y daban todo a cambio de nada, creyó que no eran gentes de razón.
Aunque murió convencido de que sus viajes lo habían llevado al Asia, Colón tuvo sus dudas. Las despejó en el segundo viaje. Cuando sus naves anclaron en una bahía de Cuba, a mediados de junio de 1494, el almirante dictó un acta estableciendo que estaba en China. Dejó constancia de que sus tripulantes lo reconocían así; y a quién dijera lo contrario se le darían cien azotes, se le cobraría una pena de diez mil maravedíes y se le cortaría la lengua.
Al pie, firmaron los pocos marinos que sabían firmar.

El Diablo es Indio
Los conquistadores confirmaron que Satán, expulsado de Europa, había encontrado refugio en las islas y las orillas del mar Caribe, besadas por su boca llameante.
Allí habitaban seres bestiales que llamaban juego al pecado carnal y lo practicaban sin horario ni contrato, ignoraban los diez mandamientos y los siete sacramentos y los siete pecados capitales, andaban en cueros y tenían la costumbre de comerse entre sí.
La conquista de América fue una larga y dura tarea de exorcismo. Tan arraigado estaba el Maligno en estas tierras, que cuando parecía que los indios se arrodillaban devotamente ante la Virgen, estaban en realidad adorando a la serpiente que ella aplastaba bajo el pie; y cuando besaban la Cruz estaban celebrando el encuentro de la lluvia con la tierra.
Los conquistadores cumplieron la misión de devolver a Dios el oro, la plata y otras muchas riquezas que el Diablo había usurpado. No fue fácil recuperar el botín. Menos mal, de vez en cuando, recibían alguna ayudita de allá arriba. Cuando el dueño del Infierno preparó una emboscada en un desfiladero, para impedir el paso de los españoles hacia el Cerro Rico de Potosí, un arcángel bajó de las alturas y le propinó tremenda paliza.

Endemoniados
Vendrán a enseñarnos el miedo.
Vendrán a castrar el sol.
Los profetas mayas habían anunciado, en Yucatàn, este tiempo de la humillación.
Y fue en Yucatàn, en 1562, que fray Diego de Landra arrojó al fuego, en larga ceremonia, los libros de los indios.
Y escribió el exorcista:
Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades de Demonio, se los quemamos todos.
El olor a azufre se sentía de lejos. Los maya merecían el fuego por preguntones, por curiosos, por perseguir el paso de los días en el tiempo y el paso de los astros en los trece cielos.
Entre muchas otras demonías, habían creado el calendario más preciso de cuantos existen o han existido, y habían sabido predecir mejor que nadie los eclipses del sol y de la luna, y habían descubierto la cifra cero tiempo antes que los árabes tuvieran la gentileza de llevar esas novedades a Europa.

"Espejos", Eduardo Galeano