miércoles, 24 de marzo de 2010

Memorias del inconsciente colectivo


El corazón de las tinieblas es tan oscuro que late bajo una caparazón de eufemismos: asesinar es “ajusticiar”, robar es “recuperar” o “expropiar”, torturar es “confesar”, muerto es “desaparecido”, secuestrado es “adoptado”, emboscada es “enfrentamiento”, excursión de un militante de la clase media por las fábricas y los barrios de la clase obrera es “proletarización”, represión sexual es “moral revolucionaria”, acomodar la realidad a la teoría es “hombre nuevo”, explotación y entrega es “cultura occidental” y pseudodemocracias son “nueva forma de vida”. La mayor parte de las palabras fueron cambiadas: era la única forma de soportar el hedor de este cementerio de tumbas abiertas.
Unos y otros sueñan, pero no porque juegan con la imaginación, sino porque el calor del odio no los deja dormir. El odio está pegado en las sábanas y los cuerpos dan vueltas en la cama: en la vigilia de ojos abiertos todos tienen razón. No importa los medios: todos se sentirán justificados por el fin. Hay quienes dicen que hubo también poesía, y alegría, y ternura, y sacrificada entrega, y es posible. No proponemos contar aquí cuántos demonios hubo; la Tierra está repleta de ángeles caídos. Sí sabemos que disipado el humo, que seco el odio como se seca el sudor, lo único que quedaba fueron muertos.
Muertos atravesados por signos de pregunta.

Jorge Lanata, “Argentinos”. Tomo 2.


A 34 años del último golpe militar....









El 24 de marzo de 1976 se produjo en Argentina un golpe de estado que derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón y duró hasta 1983. Durante ese tiempo se produjo un saldo aproximado de 30.000 desaparecidos, censura, espionaje, quema de libros, mal administración financiera (la deuda externa creció de 8.000 a 45.000 millones de dólares), el Conflicto de Beagle con Chile y, finalmente, la Guerra de Malvinas que,  como el Mundial ’78, el objetivo era levantar el orgullo nacional, de una dictadura en decadencia…
En 1983, el último líder de la junta militar, Bignone, llamó a elecciones. 
Raúl Alfonsín ganador de éstas asumió el gobierno el 10 de diciembre. Debido a presiones de sectores militares se promulgaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que eliminaron las condenas contra mandos intermedios de la dictadura.
En 1990, Carlos Menem, dictó el indulto a los líderes militares.
En 2005, la Corte Suprema de Justicia declaró la inconstitucionalidad de las leyes mencionadas. 
“Es obvio que obraba en nosotros el ejemplo de los semanarios estadounidenses y europeos y de cientos diarios tales como Le Monde y The New York Times. Lamentablemente no tomamos de ellos lo más preciado para todo periodismo político que se precie de serlo: la defensa de las instituciones democráticas. Por presumir de independientes acabamos por serlo del destino de nuestra sociedad y ayudamos, como casi todas las publicaciones de la época, al derrocamiento del gobierno  de Illia. Cuando reaccionamos, al menos en Primera Plana, el general usurpador que ocupaba la Casa Rosada cerró la revista. Tal vez hizo bien.”

Ramiro Casasbellas, periodista subdirector de Primera Plana. Autocrítica hecha en 1992.


“Cuando a un gobierno ha llegado al poder a través de algún tipo de voto popular, fraudulento o no, y conserva al menos una apariencia de legalidad constitucional, no debe promoverse un levantamiento guerrillero, puesto que aún no se han agotado las posibilidades de lucha pacífica.”
Ernesto Che Guevara


“Los tribunales tienen códigos, pero códigos que no se pueden ver. Es parte del este sistema el que uno sea condenado sin saberlo.”
Franz Kafka


“Los presos desaparecerán sin dejar rastros. No podrá brindarse ninguna información sobre el lugar donde se encuentren ni sobre su destino.”
Orden del Mariscal Keitek, jefe del Alto Mando del Tercer Reich, firmada en 1942.


"Los amigos del barrio pueden desaparecer
Los cantores de radio pueden desaparecer
Los que están en los diarios pueden desaparecer
La persona que amas puede desaparecer.

Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire
Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle.
Los amigos del barrio pueden desaparecer,
Pero los dinosaurios van a desaparecer.
No estoy tranquilo mi amor,

Hoy es sábado a la noche,
Un amigo está en cana.
Oh mi amor
Desaparece el mundo
Si los pesados mi amor llevan todo ese montón de equipajes en la mano
Oh mi amor yo quiero estar liviano.

Cuando el mundo tira para abajo
es mejor no estar atado a nada
Imaginen a los dinosaurios en la cama"
“Los dinosaurios". Clics modernos, 1983, Charly García 








“Siempre tuve algo que decir, por eso hablé…
Y cuando no me escucharon, grité….
Y cuando los oídos sordos de los zombies me escucharon, me cerraron y encerraron….
Pero ya había gritado, ya me había abierto, ya había liberado casi todo…
Solo quedaba una cosa, la esperanza….
Es lo único que no nos pueden quitar…
Es lo que siempre nos queda…
                                                           Pandora.”
"La memoria pincha hasta sangrar a los pueblos que la amarran y no la dejan andar, libre como el viento..."


León Gieco.










sábado, 20 de marzo de 2010

América Latina

Para que el imperialismo norteamericano pueda, hoy en día, integrar para reinar en América Latina, fue necesario que ayer el Imperio británico contribuyera a dividirnos con los mismos fines. Un archipiélago de países, desconectados entre sí, nació como consecuencia de la frustración de nuestra unidad nacional. Cuando los pueblos en armas conquistaron la independencia, América Latina aparecía en el escenario histórico enlazada por las tradiciones comunes de sus diversas comarcas, exhibían una unidad territorial sin fisuras y hablaba fundamentalmente dos idiomas del mismo origen, el español y el portugués. Pero nos faltaba, como señala Trìas, una de las condiciones esenciales para construir una gran nación única: nos faltaba la comunidad económica.
Los polos de prosperidad que florecían para dar respuesta a las necesidades europeas de metales y alimentos no estaban vinculadas entre sí: las varillas del abanico tenían su vértice al otro lado del mar. Los hombres y capitales se desplazaban al vaivén de la suerte del oro o del azúcar, de la plata o del añil, y sólo los puertos y las capitales, sanguijuelas de las regiones productivas, tenían existencia permanente. América Latina nacía como un solo espacio en la imaginación y la esperanza de Simón Bolívar, José Artigas y José de San Martín, pero estaba rota de antemano por las deformaciones básicas del sistema colonial. Las oligarquías portuarias consolidaron, a través del comercio libre, esta estructura de fragmentación, que era su fuente de ganancias: aquellos traficantes ilustrados no podían incubar la unidad nacional que la burguesía encarnó en Europa y en Estados Unidos. Los ingleses, herederos de España y Portugal desde tiempo antes de la independencia, perfeccionaron esa estructura todo a lo largo del siglo pasado, por medio de las intrigas de guante blanco de los diplomáticos, la fuerza de extorsión de los banqueros y la capacidad de seducción de los comerciantes. “Para nosotros, la patria es América”, había proclamado Bolívar: la Gran Colombia se dividió en cinco países y el libertador murió derrotado: “Nunca seremos dichosos, ¡nunca!”, dijo el general Urdaneta. Traicionados por Buenos Aires, San Martín se despojó de las insignias del mando y Artigas, que llamaba americanos a sus soldados, se marchó a morir al solitario exilio del Paraguay: el Virreinato del Río de la Plata se había partido en cuatro. Francisco de Morazán, creador de la República federal de Centroamérica, murió fusilado, y la cintura de América se fragmentó en cinco pedazos a los que luego se sumaría Panamá, desprendida de Colombia por Teddy Roosevelt.
El resultado está a la vista: en la actualidad, cualquiera de las corporaciones multinacionales operan con mayor coherencia y sentido de unidad que este conjunto de islas que es América Latina, desgarrada por tantas fronteras y tantas incomunicaciones. ¿Qué integración pueden realizar, entre sí, países que ni siquiera se han integrado por dentro? Cada país padece hondas fracturas en su propio seno, agudas divisiones sociales y tensiones no resueltas entre sus bastos desiertos marginales y oasis urbanos. El drama se reproduce en escala regional. […]
Muy distinto destino se propusieron y conquistaron, por cierto, los Estados Unidos. Siete años después de su independencia, ya las trece colonias habían duplicado su superficie, que se extendió más allá de los Aleganios hasta las riberas del Mississippi, y cuatro años más tarde consagraron su unidad creando el mercado único. En 1803, compraron a Francia, por un precio ridículo, el territorio de Louisiana, con lo que volvieron a multiplicar por dos su territorio. Más tarde fue le turno de Florida y, a mediados de siglo, la invasión y amputación de medio México en nombre del “Destino manifiesto”. Después, la compra de Alaska, la usurpación de Hawaii, Puerto Rico, y las Filipinas. Las colonias se hicieron nación y la nación se hizo imperio, todo a lo largo de la puesta en práctica de objetivos claramente expresados y perseguidos desde los lejanos tiempos de los padres fundadores. Mientras el norte de América crecía, desarrollándose hacia adentro de sus fronteras en expansión, el sur, desarrollando hacia a fuera, estallaba en pedazos como una granada. […]
Es mucha la podredumbre para arrojar al fondo del mar en el camino de la reconstrucción de América Latina. Los despojados, los humillados, los malditos tienen, ellos sí, en sus manos, la tarea. La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social: para que América Latina, pueda nacer de nuevo, habrá que empezar por derribar a sus dueños, país por país. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansan en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres.

“Las venas abiertas de América Latina”, Eduardo Galeano.

martes, 16 de marzo de 2010

Dios no existe

Paradoja sobre los conjuntos que no se contienen a sí mismo como elementos:

"Pongámonos primero de acuerdo con lo que quiere decir Dios. Por definición, la existencia de Dios está igualada con la existencia de un ser todopoderoso. En la medida en que nosotros podamos probar que nada ni nadie puede ser omnipotente, entonces, nadie podrá adjudicarse el “ser Dios”.
Vamos a probar esto “por el absurdo”; o sea, vamos a suponer que el resultado es cierto y eso nos va a llevar a una contradicción.
Supongamos que Dios existe. Entonces, como hemos dicho, en tanto que Dios, debe ser todopoderoso. Lo que vamos a hacer es probar que no puede haber nadie todopoderoso. O lo que es lo mismo: no puede haber alguien que tenga todos los poderes.
Y hacemos así: si existiera alguien que tuviera todos los poderes, debería tener el poder de hacer piedras muy grandes. No le puede faltar ese poder, porque si no, ya demostraría que no es todopoderoso. Entonces, concluimos que tiene que tener el poder de hacer piedras muy grandes. No sólo tiene que tener el poder de hacer piedras muy grandes, sino que tiene que ser capaz de hacer piedras que él no pueda mover… no le puede faltar ese poder (ni ningún otro si vamos al caso). Luego, tiene que ser capaz de hacer piedras y que esas piedras sean muy grandes. Tan grandes, que eventualmente él no las pueda mover.
Ésta es la contradicción, porque si hay piedras que él no pueda mover, eso significa que le falta un poder. Y si tales piedras no las puede hacer, eso significa que le falta ese poder. En definitiva, cualquiera que pretenda ser todopoderoso adolecerá de un problema: o bien le falta el poder de hacer piedras tan grandes que él no pueda mover, o bien existen piedras que él no pueda mover. De una u otra forma, no puede haber nadie todopoderoso (y eso es lo que queríamos probar)."

“Matemática… ¿Estás ahí?”, Adrián Paenza.


lunes, 15 de marzo de 2010

Tirar demasiado de la cuerda

Es para mí un gran alivio saber que por fin el universo tiene explicación; empezaba a pensar que era yo. Pero resulta que la física, como un familiar irritante, tiene todas las respuestas. El big bang, los agujeros negros y el caldo primordial aparecen todos los martes en la sección de ciencias del Times, y gracias a eso mi comprensión de la teoría de la relatividad general y de la mecánica cuántica está ahora a la altura de la de Einstein, o sea, de Einstein Moomjy, el vendedor de alfombras. ¿Cómo he podido vivir hasta ahora ignorando que en el universo hay cosas pequeñas del tamaño de la "longitud de Planck", que miden una millonésima de una milmillonésima de una milmillonésima de una milmillonésima de centímetro? Si a ustedes se les cae una en un teatro a oscuras, imaginen lo difícil que sería encontrarla. ¿Y cómo actúa la gravedad? Y si de pronto dejara de actuar, ¿seguirían ciertos restaurantes exigiendo chaqueta? Lo que sí sé de física es que, para un hombre situado en una orilla, el tiempo pasa más deprisa que para un hombre que se halla en un barco, sobre todo si el hombre del barco va acompañado de su esposa. El último milagro de la física es la teoría de cuerdas, que ha sido anunciada como una TDT una "Teoría de Todo". Ésta puede explicar incluso el incidente de la semana pasada que aquí describo.
El viernes desperté y, como el universo está en expansión, tardé más de lo habitual en encontrar mi bata. Por este motivo salí con retraso para ir al trabajo y, como el concepto de arriba y abajo es relativo, el ascensor en el que entré subió a la azotea, donde fue muy difícil parar un taxi. No olvidemos que un hombre que viajara en un cohete casi a la velocidad de la luz sin duda habría podido llegar a tiempo al trabajo, o quizás incluso un poco antes, y sin duda mejor vestido. Cuando por fin llegué a la oficina y fui hacia mi jefe, el señor Muchnik, para explicar la demora, mi masa aumentó conforme aceleraba para acercarme a él, lo que él interpretó como señal de insubordinación. Tras cruzar unas palabras enconadas, me aseguró que me descontaría ese tiempo del sueldo, que, en comparación con la velocidad de la luz, es de todos modos muy pequeño. La verdad es que si tomamos como referencia la cantidad de átomos de la galaxia Andrómeda, en realidad gano poquísimo. Intenté decírselo al señor Muchnik, quien me contestó que yo pasaba por alto que el tiempo y el espacio eran la misma cosa. Y juró que si esa situación cambiaba, me concedería un aumento. Señalé que si tenemos en cuenta que el tiempo y el espacio son una misma cosa, y que se tarda tres horas en hacer algo que resulta tener menos de 15 centímetros de longitud, ese algo no puede venderse por más de cinco dólares. Lo bueno de que el espacio sea lo mismo que el tiempo es que, si viajas a los confines del universo y el trayecto dura tres mil años terrestres, cuando vuelvas tus amigos habrán muerto, pero no necesitarás Botox.
De vuelta en mi despacho, con la luz del sol entrando a raudales por la ventana, pensé que si de pronto estallaba nuestro gran astro dorado, este planeta saldría volando de la órbita y surcaría el infinito por los siglos de los siglos: otra buena razón para llevar siempre el móvil encima. Por otro lado, si algún día yo pudiera circular a una velocidad superior a 300 mil kilómetros por segundo y volver a capturar la luz nacida hace siglos, ¿podría retroceder en el tiempo al antiguo Egipto o la Roma imperial? Pero ¿qué iba a hacer allí? Prácticamente no conocía a nadie. En ésas estaba cuando entró nuestra nueva secretaria, la señorita Lola Kelly. Pues bien, en la discusión sobre si todo está hecho de partículas o de ondas, para mí que la señorita Kelly está hecha de ondas. Salta a la vista que ondula cada vez que se acerca al surtidor de agua. Y no es que no tenga buenas partículas, pero son las ondas lo que le permite obtener esas fruslerías de Tiffany's. Mi esposa también es más de ondas que de partículas, sólo que sus ondas han empezado a colgar un poco. O quizás el problema es que mi esposa tiene demasiados quarks. La verdad es que, últimamente, al verla, uno diría que se ha acercado demasiado al horizonte de sucesos de un agujero negro y parte de ella -desde luego no toda ella ni mucho menos- ha sido absorbida. Eso le ha dado una forma un tanto extraña, que espero sea corregible mediante una fusión en frío. Yo siempre he aconsejado a todo el mundo que se mantenga a distancia de los agujeros negros porque, una vez dentro, cuesta muchísimo salir y conservar a la vez el oído musical. Si, por casualidad, uno cae en un agujero negro, lo traspasa y sale por el otro lado, probablemente volverá a vivir su vida entera una y otra vez, pero quedará demasiado comprimido para salir y conocer a chicas.
Así pues, me acerqué al campo gravitacional de la señorita Kelly y sentí vibrar mis cuerdas. Sólo sabía que deseaba envolver sus gluones con mis bosones de gauge débil, introducirme por un agujero de gusano y pasar por un túnel cuántico. Fue entonces cuando me paralicé por el principio de incertidumbre de Heisenberg. ¿Cómo podía actuar si era incapaz de determinar su posición y velocidad exactas? ¿Y si de pronto yo provocaba una singularidad, es decir, una ruptura devastadora en el espacio y en el tiempo? Son tan ruidosas. Todo el mundo se volvería a mirar y yo me sentiría abochornado delante de la señorita Kelly. Pero es que la energía oscura de esa mujer atrae tanto. La energía oscura, aunque hipotética,  siempre me ha puesto como una moto, sobre todo en una mujer con el mentón prominente. Concebí la fantasía de que, si lograba meterla en un acelerador de partículas durante cinco minutos con una botella de Cháteau Lafite, me encontraría junto a ella con nuestros quantos aproximándose a la velocidad de la luz y su núcleo entrando en colisión con el mío. Naturalmente, en ese preciso momento noté que me entraba un trozo de antimateria en el ojo y tuve que buscar un bastoncillo para quitármelo. Casi había perdido toda esperanza cuando ella se volvió hacia mí y habló.
-Lo siento -dijo-. Me disponía a pedir café, pero ahora mismo no recuerdo la ecuación de Schrödinger. Qué tontería, ¿no? Se me ha ido de la cabeza, así sin más.
-Cosas de la evolución de las ondas de probabilidad -sentencié-. Y si vas a la cafetería, ¿podrías traerme una magdalena con muones y té?
-Cómo no -respondió con una sonrisa coqueta mientras ella adoptaba una forma de Calabi-Yau-.
Sentí que mi constante de acoplamiento invadía su campo débil mientras unía mis labios a sus húmedos neutrinos. Al parecer, alcancé una especie de fisión, porque de pronto me encontré levantándome del suelo con un morado en el ojo del tamaño de una supernova.
Supongo que la física puede explicarlo todo salvo el bello sexo, aunque le dije a mi mujer que el cardenal se debía a que el universo no se hallaba en expansión, sino que se contraía, y yo no estaba atento.

"Pura anarquía", Woody Allen

domingo, 14 de marzo de 2010

El Diablo es Extranjero

El culpómetro indica que el inmigrante viene a robarnos el empleo y el peligrosímetro lo señala con luz roja.

Si es pobre, joven y no es blanco, el intruso, el que vino de afuera, está condenado a primera vista por indigencia, inclinación al caos o por portación de piel. Y en cualquier caso, si no es pobre, ni joven, ni oscuro, de todos modos merece la malvenida, porque llega dispuesto a trabajar el doble a cambio de la mitad.

El pánico a la pérdida del empleo es uno de los miedos más poderosos entre todos los miedos que nos gobiernan en estos tiempos del miedo, y el inmigrante está situado siempre a mano a  la hora de acusar a los responsables del desempleo, la caída del salario, la inseguridad pública y otras temibles desgracias.

Antes, Europa derramaba sobre el sur del mundo soldados, presos y campesinos muertos de hambre. Estos protagonistas de las aventuras coloniales han pasado a la historia como agentes viajeros de Dios. Era la Civilización lanzada al rescate de la barbarie.

Ahora, el viaje ocurre al revés. Los que llegan, o intentan llegar, desde el sur al norte, son protagonistas de las desventuras coloniales, que pasarán a la historia como mensajeros del Diablo. Es la barbarie lanzada al asalto de la Civilización.

"Espejos", Eduardo Galeano

El Diablo es Pobre

En las ciudades de nuestro tiempo, inmensas cárceles que encierran a los prisioneros del miedo, las fortalezas dicen ser casas y las armaduras simulan ser trajes.
Estado de sitio. No se distraiga, no baje la guardia, no se confíe. Los amos del mundo dan la voz de alarma. Ellos, que imprudentemente, violan la naturaleza, secuestran los países, roban salarios y asesinan  gentíos, nos advierten: cuidado. Los peligrosos asechan, agazapados en los suburbios miserables, mordiendo envidias, tragando rencores.

Los pobres: los pelagatos, los muertos de las guerras, los presos de las cárceles, los brazos disponibles, los brazos desechables.

El hambre, que mata callando, mata a los callados. Los expertos, los pobrólogos, hablan por ellos. Nos cuentan en qué no trabajan, qué no comen, cuánto no pesan, cuanto no miden, qué no tienen, qué no piensan, qué no votan, en qué no creen.

Sólo nos falta saber por qué los pobres son pobres. ¿Será porque su hambre nos alimenta y su desnudez nos viste?


"Espejos", Eduardo Galeano

El Diablo es Indio



Los conquistadores confirmaron que Satán, expulsado de Europa, había encontrado refugio en las islas y las orillas del mar Caribe, besadas por su boca llameante.

Allí habitaban seres bestiales que llamaban juego al pecado carnal y lo practicaban sin horario ni contrato, ignoraban los diez mandamientos y los siete sacramentos y los siete pecados capitales, andaban en cueros y tenían la costumbre de comerse entre sí.

La conquista de América fue una larga y dura tarea de exorcismo. Tan arraigado estaba el Maligno en estas tierras, que cuando parecía que los indios se arrodillaban devotamente ante la Virgen, estaban en realidad adorando a la serpiente que ella aplastaba bajo el pie; y cuando besaban la Cruz estaban celebrando el encuentro de la lluvia con la tierra.

Los conquistadores cumplieron la misión de devolver a Dios el oro, la plata y otras muchas riquezas que el Diablo había usurpado. No fue fácil recuperar el botín. Menos mal, de vez en cuando, recibían alguna ayudita de allá arriba. Cuando el dueño del Infierno preparó una emboscada en un desfiladero, para impedir el paso de los españoles hacia el Cerro Rico de Potosí, un arcángel bajó de las alturas y le propinó tremenda paliza.

"Espejos", Eduardo Galeano