domingo, 11 de noviembre de 2012

Tigres de Papel

[...] La historia de Papel Prensa es la historia del sueño de cualquier editor: un monopolio de papel barato. Es el sueño, también, de cualquier dictador de turno que quiera controlar la prensa: nada mejor que ayudar a los diarios a bajar los costos a la mitad. Papel Prensa nació el 11 de agosto de 1969 por el decreto Ley número 18.312/69 de la dictadura del general Onganía, a través del cual fue creado un "fondo para la producción de papel". El decreto 4.400 del mismo año llamó a concurso nacional e internacional para licitar industrias de papel. A partir de agosto de 1970 más de 100 diarios de todo el país fueron obligados a pagar una contribución extra del diez por ciento a la importación de papel de diario (o papel prensa), que contribuiría a la creación del mencionado "fondo para la producción". El decreto 43 de 1971, firmado por el general Roberto Marcelo Levingston llamó a licitación para las plantas, que deberían alcanzar una producción de 340.000 toneladas para proveer a todos los diarios del país. Ni siquiera hoy, treinta años después, se alcanzó ese nivel de producción. Recordó Ámbito Financiero en una investigación sobre el Caso Papel Prensa que una sola firma se presentó en aquella oportunidad: César Civita y sus socios César Doretti y Luis Rey, todos propietarios de Editorial Abril, responsable de la publicación de las revistas: Claudia, Siete Días, Panorama, Corsa, etcétera. Editorial Abril no alcanzó a cubrir los requisitos exigidos por el pliego y al año siguiente otro presidente, el general Lanusse, rechazó la propuesta de Civita y Cía. y autorizó, por el decreto 1.309/72, que se llevara a cabo una contratación directa con la empresa Papel Prensa S.A. en formacaión, que debía ser garantizada por Editorial Abril. El 6 de octubre de 1972 se aprobó el contrato con la recién fundada Papel Prensa. El Banco Nacional de Desarrollo le otorgó garantías por 20.500.000 dólares, y el gobierno acordó numerosas exenciones impositivas.
Según el dictamen de la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas en 1988, firmado por Ricardo Molinas y reproducido íntegramente por Ámbito Financiero el 22 de marzo del mismo año, "el Poder Ejecutivo excendió las facultades conferidas por la Ley de Contabilidad y el decreto reglamentario para la contratación directa". El contrato original estableció distintas clases de acciones: una de ellas podía ser transferidas, pero no las acciones clase "A" pertenecientes al Grupo Fundador. El 26 de diciembre de 1973 el socio Luis Rey adquirió la totalidad de las acciones al resto de los propietarios encabezados por Civita y ese mismo día pasaron al Grupo Graiver, ya que Rey según Ámbito Financiero, era "un mero testaferro". Graiver continuó con la construcción de la planta hasta que murió en un accidente aéreo en México en 1976. Aún hoy hay quienes que sostienen que Graiver fraguó su muerte para eludir a sus acreedores montoneros. A los nueve meses de la desaparición de Graiver comenzaron las diferencias entre herederos y las acciones de clase "A" pasaron a ser propiedad de Clarín, La Nación y la Razón (también se convocó a La Prensa pero máximo Gainza, su director, no aceptó formar parte de la emrpresa). La cesión de acciones de los Gravier formó parte  de un curioso acuerdo extrajudicial por el que los Graiver vendieron  primero a Luis Rey y él, como integrante del Grupo Fundador, vendió al Clarín. Firmaron el convenio en representación de "los Diarios" Bernardo Sofovich y Patricio Peralata Ramos. El traspaso de acciones se llevó a cabo sin que fuera realizada la correspondiente sucesión de David Graiver, y los herederos objetaron el bajo precio al que la dictadura militar les obligó a vender sus acciones. El 18 de enero de 1977 se realizó la entrega física de la empresa. Luego de la insólita "transacción" los herederos de Graiver fueron detenidos por el general Camps, por lo que ni siquiera llegaron a cobrar el saldo a precio de la cesión  por el que el Fiscal Molinas calificó el hecho como "desaparición de acreedores". Recordó Ámbito Financiero que el traspaso fue tan vergonzoso que los propios militares "obligaron" a los nuevos accionistas a que ofrecieran el resto de los diarios el 49 por ciento de Papel Prensa, algo que los medios nunca se preocuparon por hacer efectivo.
El 8 de marzo de1977 Isidoro Gravier, padre de David, declaró ante el juez Fernando Zavalía que su hijo le había confesado que "para tomar el control de Papel Prensa voy a conseguir una guita jodida". Es obvio que se refería a los 17 millones provenientes del secuestro de los Born. Un testigo apellidado Rubinstein declaró en la misma causa que los montoneros "le exigían el pago a Lidia Papaleo". Cuando Fiemenich fue detenido en Brasil dijo "Papel Prensa nos pertenece a nosotros".
El 19 de mayo de 1977 Clarín publicó un editorial titulado "A la opinión pública" en el que anunció que "La Nación, Clarín y La Razón adquirieron las acciones clase "A" de Papel Prensa S.A. previa consulta y posterior conformidad de la Junta de Comandantes en Jefe.(...) Como surge de todo lo expuesto la transacción se celebró a la luz pública y con el consentimiento previo y posterior del Estado a través de la más alta expresión de su voluntad, que consta en Acta de la Junta Militar, preservando un proyecto de interés nacional, resguardando el abastecimiento para todos los diarios de su principal insumo, en defensa de la libertad de prensa, de conformidad  con una centenaria tradición argentina y respetando uno de los soportes de nuestro estilo de vida".
El conmovedor alegato sobre la libertad de prensa en dictadura publicado por Clarín tuvo, otro motivo: el gobierno militar no sólo les entregó Papel Prensa, sino que facilitó las gestiones para que los diarios recibieran dos créditos: uno del Banco Español de Río de la Plata y otro del Banco Holandés Unido sucursal Ginebra, por un monto de 7.200.000 dólares, a sola firma y sin aval ni garantías.
Calculó Héctor Ruiz Núñez en Humor que "en término de cinco años la utilidad que logró producir Papel Prensa exclusivamente a través de la protección estatal y sus precios monopólicos, superó los cien millones de dólares". Ya el Estado había favorecido a la empresa con el mencionado crédito del BANADE para la construcción y equipamiento de la planta de San Nicolás, eximición de impuestos nacionales por diez años, tarifas de energía reducidas e implantación de aranceles de hasta 53 por ciento en la importación de papel, lo que le permitió a Papel Prensa imponer sus precios en el mercado. En julio de 1982 las medidas elaboradas por el entonces presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, estableciendo tasas de interés inferiores a la inflación le significaron a Papel Prensa una reducción en sus deudas finanacieras de 42 millones de dólares.
A comienzos de la década del ochenta el diario La Razón entró en caída y terminó en quiebra, a cargo del juez Héctor Foiguel López. El magistrado le vendió a Clarín el único activo valioso de la quiebra: las acciones de la La Razón en Papel Prensa. Según manifestó en un fallo la Cámara de Apelaciones, el juez Foiguel López vendió esas acciones a Clarín "a precio vil". La cámara le solicitó a la Corte Suprema que le iniciara juicio político a Foiguel López. La Corte, luego de analizar el caso , estableció que había "graves irregularidades" y solicitó a la Cámara de Diputados el jury a Foiguel.
Sorpresivamente, el diputado Alberto Balestrini terció en la discusión pidiendo juicio político a los miembros de la Cámara de Apelaciones, que fueron quienes detectaron la maniobra. Finalmente, todo quedó en la nada, y el juez Foiguel López se retiró de la Justicia para pasar a vivir de rentas.

Jorge Lanata, "Argentinos. Tomo 2: Siglo XX: desde Yrigoyen hasta la caída de De La Rua", 2003. Séptima Edición , Junio 2005. Páginas 401-402-403. 

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El Presidente que No Tuvo Frac

[...] El 5 de noviembre de 1963 Illia firmó los decretos 744 y 745/63 que anularon los contratos petroleros firmados por Frondizzi. Fueron declarados "nulos de nulidad absoluta, por vicios de ilegitimidad y ser dañosos a los derechos de los intereses de la Nación" los contratos de YPF con C. M. Loeb, Rhoades and Co., Astra, CADIPSA, Continental Oil Company of Argentina, Esso Argentina Inc., The Ohio Oil Co., Pan American Argentina Oil Co., Shell Production Company of Argentina Ltd, Tenesse Argentina, Union Oil Co. of California, Southeastern Drilling Co., Kerr-Mc Gee Oil Industries Inc. y SAIPEM (ENI).
La posición del gobierno contó con feroces críticas de la prensa: Clarín, manejado por el desarrollismo, desaprobó la anulación de los contratos a los que calificó de "factor esencial de la estructura económica que debe sustentar el proceso de desarrollo de la Nación". El seminario Primera Plana, dirigido por Jacobo Timerman, comenzó desde entonces su prédica golpista a favor de Onganía hasta que logró, tres años después, convertirse en uno de los factores más importantes de la campaña para desacreditar al Presidente ante la opinión pública "progresista".

Jorge Lanata, "Argentinos. Tomo 2: Siglo XX: desde Yrigoyen hasta la caída de De La Rua", 2003. Páginas 239. 

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A Dios Rogando


El golpe de Onganía tuvo buena prensa: no sólo fue impulsado desde los semanarios sino que, una vez instalado en el poder, contó con el beneplácito de la prensa diaria: Clarín, alineado con el frondizismo, le dio la bienvenida al igual que La Nación, identificada con los sectores conservadores y católicos. Para el Buenos Aires Herald los golpistas fueron calificados como "los revolucionarios mejor educados de Latino América". [...]

Jorge Lanata, "Argentinos. Tomo 2: Siglo XX: desde Yrigoyen hasta la caída de De La Rua", 2003. Páginas 255. 
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La Historia del Pastorcito y el Lobo (parte II)

[...] El 31 de marzo (1976) La Opinión analizó el primer discurso de Videla: "De este modo, el general Videla dejó atrás todo margen de dudas: el proyecto nacional de las Fuerzas Armadas  se caracteriza por la moderación". El 13 de abril de 1976 opinó Miguel Paulino Tato, titular del Ente de Calificación Cinematográfica, sobre la censura: " La censura bien ejercida es higiénica. Y altamente saludable como la cirugía. Cura y desinfecta las partículas insalubres, extirpándoles tumores dañinos que enferman al cene y contaminan al espectador". 
Para no ser menos, el matutino Clarín afirmó en su editorial 14 de abril 1976: "Las actividades y las palabras del gobierno autorizan a pensar que se propone efectuar un tratamiento integral de nuestros males . Dentro de esa perspectiva, y con esa seguridad, resulta plausible el ejercicio de la generosidad y la paciencia recomendada anteayer por el teniente general Videla". Otro editorial de Clarín, titulado "La Razón y la Fuerza" del 2 de agosto de 1976, decía: "El gobierno es la autoriada, y la autoriadad se compone de estos elementos ineludibles: la razón y la fuerza. Esta síntesis formulada hace casi un siglo por Nicolás Avellaneda, sigue siendo válida. La fuerza monopolizada por el estado, y la razón, que legitima la autoridad y proporciona el consenso, son los atributos fundamentales del gobierno. Esto que es así aún en tiempo de paz, lo es con mayor necesidad en plena guerra y tanto más si ésta desenvuelve en parte dentro de las propias fronteras. La marcha hacia el monopolio de la fuerza avanza por caminos convergentes. Ha sido un reclamo formulado por distintas voces y que alcanzan mayor vigor en boca de la Iglesia. La construyen las propias Fuerzas Armadas y sus hombres de gobierno al asociar a distintos sectores en la lucha permanente contra la subversión, procurando a que contribuyan a erradicar las circunstancias objetivas que facilitan su propagación". [...]

Jorge Lanata, "Argentinos. Tomo 2: Siglo XX: desde Yrigoyen hasta la caída de De La Rua", 2003. Páginas 366-367. 

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Víctor, the cleaner

[...] El 1 de julio de 1982 un dictador sudamericano, el general Reynaldo Benito Bignone, intentó, sin saberlo, emular a Víctor the cleaner: se encaramó en el poder con el propósito de borrar las huellas propias y ajenas. Pero siete años de muerte eran demasiado.
[...] Bignone desarrollo en aquellos años buenas relaciones con el establishment de la prensa local, y la casi totalidad de las denuncias referidas fueron conocidas muchos años después de ocurridos los hechos, en el marco de diversos juicios en la Argentina y en el exterior. Recuérdese que la dictadura  obligó a los herederos de David Graiver a desprenderse a precio vil de sus acciones en Papel Prensa, adquiridas entonces por Clarín, La Nación y La Razón. Según escribió Horacio Verbitsky en Página /12 refiriéndose a la historia de los enfrentamientos de poder en el diario Clarín, "en 1981 los mismos métodos persuasivos fueron empleados por la dictadura para forzar el alejamiento del diario de la conducción frigerista, pero no la de Magneto." (N. del A: Magneto es el número dos del Grupo Clarín, y de hecho el ejecutivo de mayor influencia allí, excepción hecha de Ernestina Herrera, viuda de Noble.) En mayo de este año -escribió Verbitsky en el artículo fechado en 2002- el ex dictador Benito Bignone dirigió una carta a Clarín en la que recordó con amargura que durante su desempeño como Secretario General del Ejército era invitado "a almuerzos en la redacción del diario a los que concurría con mis colaboradores. Por supuesto esos ágapes eran correspondidos con otros similares en la sede de la Secretaría General del Ejército. Pasábamos momentos muy gratos y se conversaba con absoluta libertad". [...]


Jorge Lanata, "Argentinos. Tomo 2: Siglo XX: desde Yrigoyen hasta la caída de De La Rua", 2003. Páginas 478-479. 

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Suena el Teléfono

[...] Las comunicaciones de los bancos hacia los inversores dieron cuenta expresa de que "éste es un negocio rentable, ya que fueron adquiridas [las empresas públicas] MUY BARATAS.
[N. del A.:En mayúsculas en el original.] El negocio de las telecomunicaciones en el mundo es muy rentable. Cabe destacar que en este caso enparticular, las tarifas de Argentina son altas en relación a otraspartes del mundo". Como si con eso no alcanzara, el gobierno dictó una serie de medidas generosas para el mercado de capitales: eliminación de diversos impuestos a la transacción de títulos privados, eliminación del impuesto a las ganancias por compra y venta de acciones y eliminación de cualquier control serio sobre la inversión extranjera. A esta altura de la situación se impone desarrollar en detalle la historia del denominado Citicorp Equity Investments, más conocido por su nombre de pila: CEI o, paradecirlo de otro modo, el más poderoso e intrincado holding de medios de comunicación electrónicos y gráficos que, más adelante,sería puesto al servicio de la reelección de Menem.
El CEI fue conformado por el Citibank para capitalizar en un comienzo sus créditos contra la Argentina, transfiriendo títulos de deuda a cambio de activos de las empresas privatizadas. El directoren nombre del Citibank en el CEI fue Richard Handley, y los gerentes por él designados Gilberto Zabala y Marcelo Gowland. En 1992 el CEI, lanzado a la caza de capitales, vendió una parte de sus acciones al Grupo Moneta. Ambos crearon el Banco República en la Argentina con su respectiva offshore, el denominado Federal Banken Bahamas, con cuentas y "corresponsalías" en el Citibank de NewYork. Moneta y Handley se conocieron en el reformatorio, y allí sellaron una amistad que duró muchos años. Fue precisamente Raúl Moneta el guía turístico que llevó al CEI de gira por la sinuosa administración menemista. Las primeras "inversiones" del CEI fueron: Telefónica, Altos Hornos Zapla, Transportadora Gas del Sur, Celulosa Argentina, Celulosa Alto Paraná, Puerto Piraí, Hotel Llao Llao y Frigorífico Rioplatense. En aquel comienzo la idea de diversificarse en medios de comunicación era todavía un sueño incumplido. La agenda de Moneta estaba llena de teléfonos influyentes: el CEI tuvo también sus socios políticos más allá del jefe, entre otros, el teórico–práctico Roberto Dromi y AlbertoPetracchi.
[...] Una investigación de Antonio Rubio y Manuel Cerdán publicadapor el diario español El Mundo, afirma que "Telefónica Argentina pagó durante 1997 y 1998, bajo la presidencia de Juan Villalonga, almenos 870 millones de pesetas (algo así como seis millones de dólares) a sociedades de su accionista Raúl Moneta, financiero argentino procesado por diversos delitos económicos. Moneta exigió dichos pagos a Telefónica para compensar las comisiones pagadas por él a jueces y políticos para conseguir el llamado "rebalanceo telefónico"(...) Moneta era entonces accionista de Telefónica Argentina a través de la sociedad CEI y participaba en un holding de empresas controladas por el grupo bancario norteamericano Citibank (...) Las gestiones de Moneta y el lobby  menemista consiguieron una sentencia favorable sobre el rebalanceode las tarifas por parte de la Corte Suprema (...)Telefónica canalizó el dinero a través de las cuentas del Banco República, la entidad financiera de Moneta. Para justificar los pagos se recurrió a un sistema similar al del PSOE: pagar fuertes sumas de dinero por informes que nunca se realizaron". Como muestra del soborno, bastan dos botones:
1. El 19 de noviembre de 1997 mediante la orden PSO16040,Telefónica de Argentina depositó en el Federal Bank 3.000.001 dólares; una semana antes se había dictado el decreto facultando al Secretario de Comunicaciones para que resolviera sobre el otorgamiento del Servicio Básico Telefónico a las sociedades licenciatarias, y sobre la prórroga del período en exclusividad.
2. El 27 de enero del mismo año, mediante la PSO15671 sedepositaron 1.045.474 dólares; en la misma semana la Corte dictó diversos fallos que favorecieron económicamente a las empresas. La Sindicatura General del Estado, mediante un informe que llevól la firma de su titular, el Dr. Rafael Bielsa, evaluó las irregularidades cometidas en la transferencia de las licencias de radiodifusión realizadas en 1998 a cargo del COMFER que violó, entre otrascosas, la legislación antimonopolio.
El Informe Preliminar del COMFER elevado a la Sindicatura presenta un capítulo titulado "Hallazgos" en el que manifestó: "En lo tocante al origen de los fondos, caben citarse los siguientes ejemplos que surgen del Expediente 4463–COMFER/98:
1) Los aportes irrevocables efectuados el día 23/7/98 por ATLÁNTIDA COMUNICACIONES [N.del A.: mayúsculas en el original] y Federico José Zorraquín a la CÍA SANTA FE SA por 25.000.000 dólares en tanto, en la misma fecha, conforme surge del acta de directorio de la citada sociedad, se realizan compras de acciones de otras empresas por 73.306.134 dólares. Al respecto, cabe consignar que CÍA SANTA FE S.A. se constituyó en fecha 2/7/98 con un capital inicial de 12.000 dólares.
2) En fecha 23/7/98, EDITORIAL ATLÁNTIDA S.A. y ATLÁNTIDA COMUNICACIONES S.A. realizaron aportes irrevocables por 13.135.924 dólares a la CÍA INVERSORA DELINTERIOR S.A., en tanto en la misma fecha se adquirieron acciones de otras firmas por 33.413.402 dólares. Esta empresa se constituyó el día 2/7/98 con un capital inicial de 12.000 dólares.
3) El día 23/3/98 las firmas SYRUP TRADE S.A.; SOUTHELEQUITY CORPORATION y TELEFÓNICA INTERNACIONALDE ESPAÑA efectúan un aumento de capital de ATLÁNTIDA COMUNICACIONES por un valor de 216.070.570 dólares. Esta firma recibe otro aporte de capital de fecha 23/7/98 por 60.000.000 dólares por parte de TELEFÓNICA MEDIA ARGENTINA S.A., SOUTHEL EQUITY CORPORATION Y AMBIT S.A."
Durante todo el proceso de operaciones y entrada y salida desocios, los aportes irrevocables representaron unos 400 millones de dólares entre marzo y diciembre de 1998.
El mismo expediente del COMFER vuelca un informe de ATLÁNTIDA COMUNICACIONES S.A. sobre la conformación accionaria de la empresa: un 40 por ciento de AMBIT S.A.(Hammel Corp, Caldwell Trading Corp, Mabel Vigil de Zorraquín,etcétera); un 30 por ciento de SOUTHEL EQUITYCORPORATION (CEI Citicorp Holdings S.A.) y un 30 por cientode TELEFÓNICA MEDIA DE ARGENTINA S.A. (Telefónica Internacional S.A.).
El CEI Citicorp Holdings S.A. y Telefónica Internacional S.A. son titulares, cada una, del 20 por ciento de las acciones de Torneos y Competencias S.A., sociedad que, a su vez, posee como accionista controlante a TELEARTE S.A., titular de la licencia de Canal 9 dela ciudad de Buenos Aires. Citicorp Holding S.A. y Telefónica Internacional S.A. son propietarias indirectas cada una del 30 porciento de Atlántida Comunicaciones S.A, sociedad que, a su vez, espropietaria del 97,07 por ciento del capital de Editorial Atlántida S.A. firma que, además, es propietaria indirecta del 70 por ciento delas acciones de Televisión Federal S.A., titular de la licencia de Canal 11. El sastre nunca los encontró para cobrarles.
En el Anexo de la documentación aportada por el COMFER a la Sindicatura se destacaron operaciones realizadas por empresas "en comisión" o con dudosa capacidad de compra:
1) Editorial Atlántida S.A. compró "en comisión" el paquete accionario de Televisora Santafesina S.A. y Rader S.A., el 23 de julio de 1998. La primera operación fue por 36 millones de dólares y la segunda por 53 millones, y ambas fueron realizadas el mismo día que salieron de shopping. Aquel día los Vigil estaban optimistas,ya que veinte días antes –el 30 de junio– declararon en su balanceuna pérdida por diez millones de dólares, y una pérdida acumulada por ejercicios anteriores de 9.600.000 dólares. Pero su suerte cambió de un día para el otro: el mismo balance muestra un aporte de 75 millones de dólares pero no dice quienes fueron los aportantes. Cuando se hace caridad, no todo el mundo quiere aparecer.
Visto en perspectiva, entre 1994 y 1996 el CEI desarrolló una estrategia de adquisición de empresas privatizadas y un plan piloto de su futura expansión en medios: asociarse con su eventual competidor, el Grupo Clarín, integrando la sociedad de Multicanal.
Durante los dos primeros años de este período la propiedad de Multicanal se dividió en un 70 por ciento de Clarín y un 30 porciento del CEI. El deterioro económico de Clarín lo llevó posteriormente, a mantener la mayoría pero con una menor cantidad de acciones. Multicanal quedó conformado así: Clarín 51 por ciento, CEI 22,5 por ciento y Telefónica de España 26,5 por ciento. A fínales del período, entre 1996 y 1997, el CEI se desprendió de todas sus empresas "laterales" para concentrarse en medios. Vendió Papel Inversora, Alto Paraná, Tringer, Frigorífico Río Platense,COINELEC S.A., EDELAP, CIESA/ Transportadora de Gas delSur, SODIGAS PAMPEANA S.A., SODIGAS DEL SUR S.A., Celulosa Puerto Piray y el Hotel Llao Llao, y adquirió el 10 porciento de EDERSA S.A., empresa de servicios eléctricos de Entre Ríos. Desde aquel momento comenzó la que podría llamarse la segunda etapa en la corta, alegre y divertida existencia del proyecto CEI. Cuando fue definitivamente "por los medios", el CEI compró: 
» El 33,28 por ciento de Cablevisión S.A.
» El 50 por ciento de FINTELCO S.A.
» El 50 por ciento de Video Cable Comunicaciones S.A. (VCC)
» El 50 por ciento de United International Holding Argentina S.A.
» El 16,67 por ciento de Torneos y Competencias S.A.
» El 9,84 por ciento de Prime Argentina S.A.
» El 7,87 por ciento de Telered Imagen S.A.
» El 9,84 por ciento de Televisión Satelital Codificada.
» El 9,84 por ciento de Telearte S.A. (Canal 9)
» El 50 por ciento de Advance Telecomunicaciones S.A.
Las ventas de todas sus empresas en el período anterior le reportaron al CEI un ingreso de 60 millones de dólares en 1996 y 380 millones en 1997, contabilizando un total de 440 millones de dólares.
Pero las compras que hicieron en los años inmediatamente posteriores se elevaron a 1.080.000.000 de dólares (mil ochenta millones), una nueva muestra de que, durante la estabilidad, todos los argentinos pudimos volcarnos al ahorro.
Según señalan Aveles, Forcinito y Shorrs en El oligopolio económico argentino frente a la liberalización del mercado, un trabajo publicado por FLACSO y la Universidad de Quilmes enabril de 2001, la composición del CEI en julio de 1998 era la siguiente:
» Grupo República 39,6 por ciento.
» Hicks, Muse, Tate and Furst (un grupo económico de Texas, el Estado de Bush) 32,7 por ciento.
» CITIBANK 23 por ciento.
» Pequeños accionistas de la Bolsa y abuelitas con ahorros 4,7 por ciento.


Jorge Lanata, "Argentinos. Tomo 2: Siglo XX: desde Yrigoyen hasta la caída de De La Rua", 2003. Páginas 598-599-600-601-602-603. 

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La Re-Re

[...] Dos escándalos por corrupción despidieron el segundo gobierno de Menem: las exenciones impositivas a los medios del CEI (que impulsaban una, dos y más re – reelecciones) y la virtual quiebra del Banco de La Rioja.
 Respecto del primero, conocido mediante un dictamen de la Oficina Anticorrupción cuando ya Menem era ex presidente, Horacio Verbitsky escribió en Página/12 que "los multimedios de comunicación más poderosos del país recibieron beneficios ilegales concedidos en forma discrecional". El dictamen firmado por el Director de Investigaciones de la Oficina, Manuel Garrido y por el investigador José Ipohorski Lenkiewicz y citado por Verbitsky en la nota de referencia, "denunció por administración fraudulenta de fondos públicos y negociaciones incompatibles con la función pública a los ex interventores del Comité Federal de Radiodifusión(COMFER) entre 1993 y 1999, León Guinsburg, Ana Lucía Tezóny José Aiello. La demanda estima provisoriamente un perjuicio al fisco en unos 200 millones de pesos. Otros cálculos lo elevan a milmillones". El "leading case" sobre el que el COMFER basó una serie de exenciones impositivas a los canales fue la solicitud deTelefé a raíz del incendio de sus instalaciones el 18 de septiembrede 1992. La emisora estaba entonces manejada por el amigo presidencial Constancio Vigil y por el abogado presidencial (y de Yabrán) Carlos Fontán Balestra. El beneficio se concedió en 1993 a pesar de que Telefé contaba con los correspondientes seguros y adeudaba once millones por impuestos al COMFER. Pero el Comité decidió favorecerlo señalando que el canal, "a través del satélite, llegaba a gran parte del territorio nacional, incluyendo zonas defomento y de frontera". Verbitsky sostuvo que el COMFER, "através de la Resolución 393, declaró zona de fomento a todo el territorio de la Nación, con excepción de las ciudades que superen 200.000 habitantes (...) y, cuando se tratara de un operador de cable, ni siquiera se aplicaría esa restricción demográfica". Así, el 22 dediciembre de 1994 el gobierno concedió una exención del 40 por ciento del gravamen para Cablevisión durante 1995 y del 50 porciento para 1996.
Cablevisión fue vendido a TCI Communicationsen abril de 1995, a 286 millones de dólares. Otras empresas del mismo grupo (titulares de la licencia de Canal 2, Radio América, FM Aspen y Radio del Plata) obtuvieron exenciones que fueron desde el 70 al 100 por ciento desde junio de 1994 hasta marzo de 1999. Telefé pidió otra exención para compra de inmuebles y equipamiento por 38 millones, y se le concedió una exención del 35 por ciento hasta marzo de 1999 y del 45 por ciento hasta marzo de 2001. En marzo de 1998 el CEI Citicorp y Telefónica Internacionalse incorporaron a la sociedad. VCC recibió exenciones entre 1993 y1997, aunque la Sindicatura General (SIGEN) detectó que las facturas presentadas por VCC por una presunta "modernización del servicio" fueron, en realidad, por "compras de elementos de consumo". Durante 1996 VCC compró más de treinta cables del interior. Canal 9 solicitó y obtuvo exenciones desde el 50 hasta el 75 por ciento, y en 1997 entró como socio controlante la empresa australiana Prime Televisión Ltd. Supercanal, del Grupo Vila–Manzano– Mas Canosa, obtuvo exenciones del 100 por ciento. En 1999 el ING Bank Securities le otorgó un crédito por 90 millones para comprar cables del interior, y Multicanal y Artear, ambas del grupo Clarín, obtuvieron exenciones entre el 40 y el 50 por ciento, por 38 millones entre las dos empresas. [...]

Jorge Lanata, "Argentinos. Tomo 2: Siglo XX: desde Yrigoyen hasta la caída de De La Rua", 2003. Páginas 626-627. 

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En Búsqueda del Yo


[...] La preocupación del argentino por su posición social enfrenta ese dilema: el lugar ocupado por nuestro argentino siempre se halla en peligro por el apetito de otros hacia él, y la audacia con que intentan arrebatarlo. Escribió Ortega y Gasset: "Cualquier individuo puede, sin demencia, aspirar a cualquier puesto, porque la sociedad no se ha habituado a exigir competencia". ¿Qué competencia podría exigirse en este país de monopolios legales, de leyes convenientes, de amnistías y estados de excepción?[...]

Jorge Lanata, "Argentinos. Tomo 2: Siglo XX: desde Yrigoyen hasta la caída de De La Rua", 2003. Páginas 644. 



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“Es obvio que obraba en nosotros el ejemplo de los semanarios estadounidenses y europeos y de cientos diarios tales como Le Monde y The New York Times. Lamentablemente no tomamos de ellos lo más preciado para todo periodismo político que se precie de serlo: la defensa de las instituciones democráticas. Por presumir de independientes acabamos por serlo del destino de nuestra sociedad y ayudamos, como casi todas las publicaciones de la época, al derrocamiento del gobierno  de Illia. Cuando reaccionamos, al menos en Primera Plana, el general usurpador que ocupaba la Casa Rosada cerró la revista. Tal vez hizo bien.”

Ramiro Casasbellas, peridísta subdirector de Primera Plana. Autocrítica hecha en 1992.

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 Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, N° 26.522, promulgada el 10 de octubre de 2009

Véase también:
http://patag0n.blogspot.com.ar/2012/11/principios-de-la-propaganda-segun.html
http://patag0n.blogspot.com.ar/2012/11/network-1976.html
http://patag0n.blogspot.com.ar/2010/08/guerras-mentidas.html

Principios de la propaganda según Goebbels

Joseph Goebbels (Rheydt, Renania del Norte-Westfalia, Alemania; 29 de octubre de 1897 – Berlín, Alemania; 1 de mayo de 1945) fue un político alemán, ministro de propaganda de la Alemania nacionalsocialista, figura clave en el régimen y amigo íntimo de Adolf Hitler. Conocido por sus dotes retóricas y su capacidad persuasiva. Promovió la depuración de los ambientes culturales y la más extensa difusión de los mitos nazis. Se suicidó después de hacer envenenar a su esposa y a sus seis hijos. Una famosa cita de Goebbels, repetida hoy en día con profusión: "Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad".

1.Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.

2.Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.

3.Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. 

4.Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.

5.Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

6.Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.

7.Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.

8.Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.

ABORTO: ¿ES POSIBLE TOMAR AL MISMO TIEMPO PARTIDO POR «LA VIDA» Y «LA ELECCIÓN»?


La humanidad de gusta pensar en términos de extremos opuestos. Está acostumbrada a formular sus creencias bajo la forma de «o esto o lo otro», entre los que no reconoce posibilidades intermedias. Cuando se la fuerza a reconocer que no cabe optar por los extremos, todavía sigue inclinada a mantener que son válidos en teoría, pero que en las cuestiones prácticas las circunstan­cias nos obligan a llegar a un compromiso.
John Dewey, Experience and Education, I, 1938.

La cuestión quedó zanjada hace años. El poder judicial optó por el término medio. Uno pensaría que la polémica había concluido, pero sigue habiendo concentraciones masi­vas, bombas e intimidación, muertes de trabajadores de clí­nicas abortistas, detenciones, intensas campañas, drama le­gislativo, audiencias del Congreso, decisiones del Tribunal Supremo, grandes partidos políticos que casi se definen so­bre la materia y eclesiásticos que amenazan con la perdición a los políticos. Los adversarios se lanzan acusaciones de hi­pocresía y asesinato. Se invocan por igual el espíritu de la Constitución y la voluntad de Dios. Se recurre a argumentos dudosos como si fueran certidumbres. Los bandos en liza apelan a la ciencia para fortalecer sus posiciones. Se dividen las familias, maridos y mujeres deciden no hablar del asunto, viejos amigos dejan de hablarse. Los políticos examinan los últimos sondeos para descubrir qué les dicta la conciencia. Entre tanto grito, resulta difícil que los adversarios se escu­chen. Las opiniones se polarizan. Las mentes se cierran.
¿Es ilícito interrumpir un embarazo? ¿Siempre? ¿A ve­ces? ¿Nunca? ¿Cómo decidir? Escribimos este artículo para entender mejor cuáles son las posturas enfrentadas y para ver si conseguimos hallar una posición que satisfaga ambas. ¿No existe término medio? Hay que sopesar los argumentos de uno y otro bando para determinar su consistencia y plantear supuestos prácticos, puramente hipotéticos en más de un caso. Si pareciera que algunos de estos supuestos van dema­siado lejos, solicitamos del lector que tenga paciencia, pues estamos tratando de forzar las diversas posturas hasta su punto de ruptura a fin de advertir sus debilidades y fallos.
Cuando se reflexiona sobre ello, casi todo el mundo reco­noce que no hay una respuesta tajante. Vemos que muchos partidarios de posturas divergentes experimentan cierta in­quietud o incomodidad cuando se dualiza lo que hay detrás de los argumentos enfrentados (en parte por eso se rehuyen tales confrontaciones). La cuestión afecta con seguridad a interro­gantes más hondos: ¿cuáles son nuestras responsabilidades mutuas?, ¿debemos permitir que el Estado intervenga en los aspectos más íntimos y personales de nuestra vida?, ¿dónde están los límites de la libertad?, ¿qué significa ser humano?
Respecto de los múltiples puntos de vista, existe la exten­dida opinión —sobre todo en los medios de comunicación, que rara vez tienen el tiempo o la inclinación debidos para es­tablecer distinciones sutiles— de que sólo existen dos: «pro elección» y «pro vida». Así es como se autodenominan los dos bandos contendientes y así los llamaremos aquí. En la caracte­rización más simple, un partidario de la elección sostendrá que la decisión de interrumpir un embarazo sólo corresponde a la mujer y que el Estado no tiene derecho a intervenir, en tanto que un antiabortista mantendrá que el embrión o feto está vivo desde el momento de la concepción, que esta vida nos impone la obligación moral de preservarla y que el aborto equivale a un asesinato. Ambas denominaciones —pro elec­ción y pro vida— se eligieron pensando en influir sobre quie­nes aún no se habían decidido: pocos desearán ser incluidos entre los adversarios de la libertad de elección o los enemigos de la vida. La libertad y la vida son, desde luego, dos de nues­tros valores más apreciados, y aquí parecen hallarse en un conflicto fundamental.
Consideraremos sucesivamente estas dos posiciones ab­solutistas. Un bebé recién nacido es con seguridad el mismo ser que justo antes de nacer. Existen pruebas sólidas de que un feto ya bien desarrollado reacciona a los sonidos, inclu­yendo la música, pero en especial a la voz de su madre. Pue­de chuparse el pulgar o sobresaltarse. De vez en cuando genera ondas cerebrales de adulto. Hay quienes afirman re­cordar su nacimiento o incluso el entorno uterino. Quizá se piense dentro del útero. Resulta difícil sostener que en el mo­mento del parto sobreviene abruptamente una transforma­ción hacia la personalidad plena. ¿Por qué, pues, debería con­siderarse asesinato matar a un bebé el día después de nacer pero no el día antes?
En términos prácticos, esto es poco importante. Menos del 1 % de los abortos registrados en Estados Unidos tienen lugar en los tres últimos meses de embarazo (y tras una investigación más atenta se descubre que la mayoría corresponden a abortos naturales o errores de cálculo). Sin embargo, los abortos reali­zados durante el tercer trimestre proporcionan una prueba de los límites del punto de vista «pro elección». ¿Abarca el «derecho innato de una mujer a controlar su propio cuerpo» el de matar a un feto casi completamente desarrollado y que, a todos los fines, resulta idéntico a un recién nacido?
Creemos que muchos de quienes defienden la libertad re­productiva se sienten, al menos en ocasiones, inquietos ante esta pregunta, pero son reacios a planteársela porque es el co­mienzo de una pendiente resbaladiza. Si resulta inadmisible suspender un embarazo en el noveno mes, ¿qué sucede con el octavo, el séptimo, el sexto...? ¿No cabe deducir que el Esta­do puede intervenir en cualquier momento si reconocemos su capacidad para actuar en un determinado momento del embarazo? Esto invoca el espectro de unos legisladores, pre­dominantemente varones y opulentos, decidiendo que muje­res que viven en la pobreza carguen con unos niños que no pueden permitirse el lujo de criar; obligando a adolescentes a traer al mundo hijos para los que no están emocionalmente preparadas; diciendo a las mujeres que aspiran a una carrera profesional que deben renunciar a sus sueños, quedarse en casa y criar niños; y, lo peor de todo, condenando a las vícti­mas de violaciones e incestos a aceptar sin más la prole de sus agresores[1]. Las prohibiciones legislativas del aborto suscitan la sospecha de que su auténtico propósito sea controlar la in­dependencia y la sexualidad de las mujeres. ¿Con qué dere­cho los legisladores se permiten decir a las mujeres qué deben hacer con su cuerpo? La privación de la libertad de repro­ducción es degradante. Las mujeres ya están hartas de ser avasalladas.
Sin embargo, todos estamos de acuerdo en que es justo que se prohíba el asesinato y que se imponga una pena a quien lo comete. Muy débil sería la defensa del asesino si ale­gara que se trataba de algo entre su víctima y él, y que eso no concernía a los poderes públicos. ¿No es deber del Estado impedir que se elimine un feto si ese acto constituye de he­cho el asesinato de un ser humano? Se supone que una de las funciones del Estado es proteger al débil frente al fuerte.
Si no nos oponemos al aborto en alguna etapa del emba­razo, ¿no existe el peligro de considerar a toda una categoría de seres humanos indigna de nuestra protección y respeto? ¿No es ésa una de las características del sexismo, el racismo, el nacionalismo y el fanatismo religioso? ¿Acaso quienes se dedican a combatir tales injusticias no deberían evitar escru­pulosamente que se cometa otra?
Hoy por hoy no existe el derecho a la vida en ninguna sociedad de la Tierra, ni ha existido en el pasado (con unas pocas excepciones, como los jainistas de la India): criamos animales de granja para su sacrificio, destruimos bosques, contaminamos ríos y lagos hasta que ningún pez puede vivir en ellos, matamos ciervos y alces por deporte, leopardos por su piel y ballenas para hacer abono, atrapamos delfines que se debaten faltos de aire en las grandes redes para atunes, matamos cachorros de foca a palos, y cada día provocamos la extinción de una especie. Todas esas bestias y plantas son se­res vivos como nosotros. Lo que (supuestamente) está prote­gido no es la vida en sí, sino la vida humana.
Aun con esa protección, el homicidio ocasional es un he­cho corriente en las ciudades y libramos guerras «convencio­nales» con un coste tan elevado que por lo general preferi­mos no pensar demasiado en ello. (Significativamente, suelen justificarse las matanzas en masa organizadas por los estados redefiniendo como subhumanos a nuestros adversarios de raza, nacionalidad, religión o ideología.) Esa protección, ese derecho a la vida, no reza para los 40.000 niños menores de cinco años que mueren cada día en el planeta por causa de inanición, deshidratación, enfermedades y negligencias que ha­brían podido evitarse.
La mayoría de quienes defienden el «derecho a la vida» no se refieren a cualquier tipo de vida, sino, especial y singu­larmente, a la vida humana. También ellos, como los partida­rios de la elección, deben decidir qué distingue a un ser humano de otros animales y en qué momento de la gestación emergen esas cualidades específicamente humanas, sean cuales fueren.
Pese a las numerosas afirmaciones en contra, la vida no comienza en el momento de la concepción; es una cadena ininterrumpida que se remonta a los orígenes de la Tierra, hace 4.600 millones de años. Tampoco la vida humana co­mienza en la concepción, sino que es una cadena ininterrumpida que se remonta a los orígenes de nuestra especie, hace cientos de miles de años. Más allá de toda duda, cada espermatozoide y cada óvulo humanos están vivos. Es obvio que no son seres humanos, pero lo mismo podría decirse de un óvulo fecundado.
En algunos animales, un óvulo puede desarrollarse hasta convertirse en un adulto sano sin la contribución de un espermatozoide. No sucede así, por lo que sabemos, entre los seres humanos. Un espermatozoide y un óvulo no fecundado comprenden conjuntamente toda la dotación genética de una persona. En ciertas circunstancias, tras la fecundación pueden llegar a convertirse en un bebé. Sin embargo, la mayoría de óvulos fecundados aborta de modo espontáneo. La conclusión del desarrollo no está garantizada. Ni el espermatozoide ni el óvulo aislados, como así tampoco el óvulo fecundado, pasan de ser un bebé o un adulto potenciales. ¿Por qué, pues, no se considera asesinato destruir un espermato­zoide o un óvulo si uno y otro son tan humanos como el óvulo fecundado producido por su unión, y en cambio sí se considera asesinato destruir un óvulo fecundado, aunque sólo sea un bebé en potencia?
De una eyaculación humana media surgen centenares de millones de espermatozoides (agitando la cola y a una veloci­dad de 12 centímetros por hora). Un hombre joven y sano puede producir en una o dos semanas espermatozoides sufi­cientes para doblar la población humana de la Tierra. ¿Signi­fica esto que la masturbación es un asesinato en masa? ¿Qué decir, entonces, de las poluciones nocturnas o del simple acto sexual? ¿Muere alguien cuando cada mes se expulsa el óvulo no fecundado? ¿Deberíamos llorar todos esos abortos es­pontáneos? Muchos animales inferiores pueden desarrollarse en laboratorio a partir de una sola célula corporal. Las células humanas pueden ser objeto de clonación. (La cepa más fa­mosa quizá sea la HeLa, bautizada así por Helen Lane, su donante.) A la luz de tal tecnología, ¿sería un crimen en masa la destrucción de células potencialmente clonables? ¿Y el de­rramamiento de una gota de sangre?
Todos los espermatozoides y óvulos humanos son mitades genéticas de seres humanos potenciales. ¿Es preciso hacer es­fuerzos heroicos por salvar y preservar a todos y cada uno, en razón de ese «potencial»? ¿Es inmoral o criminal no hacerlo? Existe, desde luego, una diferencia entre suprimir una vida y no salvarla. También es muy distinta la probabilidad de super­vivencia de un espermatozoide de la de un óvulo fecundado. Sin embargo, el absurdo de un cuerpo de ínclitos conserva­dores de semen nos lleva a preguntarnos si el simple «poten­cial» que tiene un óvulo fecundado de convertirse en un bebé convierte realmente su destrucción en un asesinato.
A los enemigos del aborto les preocupa que, una vez au­torizado el inmediato a la concepción, ninguna argumenta­ción lo impida en cualquier momento subsiguiente del emba­razo. Temen que un día resulte admisible matar a un feto que sea, inequívocamente, un ser humano. Tanto los partidarios de la elección como los de la vida (al menos algunos) se ven empujados a posiciones tajantes por su temor compartido a esa pendiente resbaladiza.
Otra pendiente resbaladiza es aquella a la que llegan los antiabortistas dispuestos a hacer una excepción en el caso an­gustioso de un embarazo fruto de la violación o el incesto. Ahora bien, ¿por qué debería depender el derecho a la vida de las circunstancias de la concepción? ¿Puede el Estado decidir la vida para la prole de una unión legítima y la muerte para la concebida por la fuerza o la coerción, cuando en ambos casos se trata de la vida de un niño? ¿Cómo puede ser esto justo? Por otra parte, ¿por qué no hacer extensiva a cualquier otro feto la excepción que se aplica a éstos? A tal motivo se debe en parte el que algunos antiabortistas adopten la postura, consi­derada indignante por muchas otras personas, de oponerse al aborto en cualquier circunstancia (excepto, quizá, cuando co­rre peligro la vida de la madre[2]).
En todo el mundo, la causa más frecuente de aborto es, con mucho, el control de la natalidad. ¿No deberían, entonces, los adversarios del aborto distribuir anticonceptivos y enseñar su uso a los escolares? Ése sería un medio eficaz de reducir los abortos. Por el contrarío, Estados Unidos se halla muy por detrás de otras naciones en el desarrollo de métodos seguros y eficaces de control de la natalidad y, en muchos casos, la opo­sición a tales investigaciones (y a la educación sexual) ha pro­cedido de las mismas personas que se oponen al aborto[3].
La búsqueda de un criterio éticamente sólido y no ambi­guo acerca de si el aborto es admisible en algún momento tie­ne profundas raíces históricas. Con frecuencia, y sobre todo en la tradición cristiana, esta búsqueda estuvo ligada a la cuestión del instante en que el alma penetra en el cuerpo, ma­teria no demasiado susceptible de investigación científica y tema polémico incluso entre teólogos eruditos. Se ha afirma­do que la infusión del alma tenía lugar en el semen antes de la concepción, durante ésta, en el momento en que la madre percibe por vez primera los movimientos del feto en su seno y en el nacimiento mismo o incluso más tarde.
Cada religión tiene su doctrina. Entre los cazadores-recolectores no suele haber prohibiciones contra el aborto, y tam­bién era corriente en la Grecia y la Roma antiguas. Por el con­trario, los asirios, más severos, empalaban en estacas a las mujeres que trataban de abortar. El Talmud judío enseña que el feto no es una persona y, en consecuencia, carece de dere­chos. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo —que abundan en prohibiciones en extremo minuciosas res­pecto a la indumentaria, dieta y palabras— no aparece una sola mención que prohíba de modo específico el aborto. El único pasaje que menciona algo relevante en este sentido (Éxodo 21: 22) declara que si surge una pelea y una mujer resulta acciden­talmente lesionada y aborta, el responsable debe pagar una multa. Ni san Agustín ni santo Tomás de Aquino conside­raban homicidio el aborto en fase temprana (el último ba­sándose en que el embrión no «parece» humano). Esta idea fue adoptada por la Iglesia en el Concilio de Vienne (Francia) en 1312 y nunca ha sido repudiada. La primera recopilación de derecho canónico de la Iglesia católica, vigente durante mucho tiempo (de acuerdo con el notable historiador de las enseñanzas eclesiásticas sobre el aborto, John Connery, S. J.) sostenía que el aborto era homicidio sólo después de que el feto estuviese ya «formado», aproximadamente hacia el final del primer trimestre.
Sin embargo, cuando en el siglo XVII se examinaron los espermatozoides a través de los primeros microscopios, parecían mostrar un ser humano plenamente formado. Se re­sucitó así la vieja idea del homúnculo, según la cual cada es­permatozoide era un minúsculo ser humano plenamente for­mado, dentro de cuyos testículos había otros innumerables homúnculos, y así ad infinitum.
En parte por obra de esta mala interpretación de datos científicos, el aborto, en cualquier momento y por cualquier razón, se convirtió en motivo de excomunión a partir de 1869. Para la mayoría de católicos resulta sorprendente que la fecha no sea más remota.
Desde la época colonial hasta el siglo XIX, en Estados Unidos la mujer era libre de decidir hasta que «el feto se mo­vía». Un aborto en el primer trimestre de embarazo, e inclu­so en el segundo, constituía, en el peor de los casos, una in­fracción. Rara vez se solicitaba una condena al respecto, y resultaba casi imposible de obtener, en parte porque depen­día por entero del propio testimonio de la mujer acerca de si había sentido los movimientos del feto, y en parte por la repugnancia del jurado a declararla culpable por haber ejercido su derecho a elegir. Se sabe que en 1800 no existía en Estados Unidos una sola disposición concerniente al aborto. En la práctica totalidad de los periódicos (y hasta en muchas publi­caciones eclesiásticas) aparecían anuncios de productos abor­tivos, aunque el lenguaje empleado fuese convenientemente eufemístico.
Hacia 1900, en cambio, en todos los estados de la Unión, el aborto estaba vedado en cualquier momento del embara­zo, excepto cuando fuese necesario para salvar la vida de la mujer. ¿Qué sucedió para que se produjera un cambio tan extraordinario? La religión tuvo poco que ver. Las drásticas transformaciones económicas y sociales que se producían en Estados Unidos estaban transformando la sociedad agraria en otra urbana e industrializada. Norteamérica estaba pasando de una de las tasas más altas de natalidad del mundo a una de las más bajas. Es innegable que el aborto desempeñó un papel en ello y estimuló fuerzas para su supresión.
Una de las más significativas fue la profesión médica. Hasta mediado el siglo XIX la medicina constituía una activi­dad sin reconocimiento oficial y sin supervisión. Cualquiera podía colocar un cartel a la puerta de su casa y auto titularse médico. Con el auge de una nueva élite médica de formación universitaria, ansiosa de incrementar el rango y la influencia de los facultativos, se constituyó la Asociación Médica Ame­ricana. Durante su primera década la AMA empezó a presionar para que el aborto sólo pudiera ser efectuado por quienes poseyesen título facultativo. Los nuevos conocimientos en embriología, afirmaban los médicos, habían revelado que el feto era humano incluso antes de que la madre sintiese su presencia.
El asalto de la profesión médica contra el aborto no se debió a una inquietud por la salud de la mujer, sino, según se decía, por el bienestar del feto. Había que ser médico para sa­ber cuándo resultaba moralmente justificable un aborto, por­que la cuestión dependía de hechos científicos y médicos que sólo los facultativos comprendían. Al mismo tiempo, las mu­jeres quedaban excluidas de las facultades de medicina, don­de habrían podido adquirir conocimientos tan arcanos.
Tal como se desarrollaban las cosas, las mujeres nada te­nían que decir acerca de la interrupción de sus propios emba­razos. También correspondía a los médicos determinar si la gestación planteaba un riesgo para la mujer y quedaba ente­ramente a su discreción decidir qué era arriesgado y qué no lo era. Para la mujer rica, podía tratarse de un peligro para su tranquilidad emocional o incluso para su estilo de vida. La mujer pobre se veía a menudo obligada a recurrir al aborto clandestino.
Izquierda, un óvulo humano recién fecundado, parcialmente rodeado por los espermatozoides que seguían al primero. Todavía no ha llegado el resto de los cerca de 300 millones que también participaron en la carrera. Derecha, a las tres semanas, un embrión humano tiene el tamaño de la punta de un lápiz (la cabeza está a la derecha). La segmentación que se prolonga por la cola recuerda a la de un gusano.

Así fue la ley hasta la década de los sesenta de este siglo, cuando una coalición de individuos y organizaciones, entre las que figuraba la AMA, trató de abolirla y restablecer los valores más tradicionales, que se encarnarían en el caso Roe contra Wade.
Si uno mata deliberadamente a un ser humano, se dice que ha cometido un asesinato. Si el muerto es un chimpancé —nuestro más próximo pariente biológico, con el que com­partimos el 99,6 % de genes activos— cualquiera, entonces no es asesinato. Hasta la fecha, el asesinato se aplica sólo al hecho de matar seres humanos. Por eso resulta clave en el de­bate sobre el aborto la cuestión del momento en que surge la personalidad (o, si se prefiere, el alma). ¿Cuándo se hace hu­mano el feto? ¿Cuándo emergen las cualidades distintiva­mente humanas?
Reconocemos que la fijación de un momento exacto tie­ne que pasar por alto las diferencias individuales. Por ese motivo, si hay que trazar una línea, se debe proceder con cautela, es decir, pecar más por exceso que por defecto. Hay personas que se oponen al establecimiento de un límite nu­mérico, y compartimos su inquietud, pero si tiene que existir una ley sobre esta materia, que represente un compromiso útil entre las dos posiciones extremas, hay que determinar, al menos aproximadamente, un periodo de transición hacia la personalidad.
Izquierda, un embrión humano en la quinta semana de gestación. La cola está enroscada bajo los esbozos de las piernas. La cara vista aquí de perfil, tiene un claro aspecto reptiliano. Derecha, exteriormente un feto de 16 semanas parece por completo humano, pero aún no puede moverse lo suficiente por sí mismo para que la madre lo note, ni es capaz de sobrevivir fuera del útero.

Cada uno de nosotros partió de un punto. Un óvulo fecundado tiene aproximadamente el tamaño del punto que hay al final de esta frase. La unión trascendental de espermatozoide y óvulo suele tener lugar en una de las dos trompas de Falopio. Una célula se convierte en dos, dos se convierten en cuatro, etc. (una aritmética exponencial de base 2). Hacia el décimo día el óvulo fecundado se ha trocado en una espe­cie de esfera hueca que se encamina hacia otro reino, el útero. A su paso destruye tejidos, absorbe sangre de los vasos capi­lares, se baña en la sangre materna, de la que extrae oxígeno y nutrientes, y se fija como una especie de parásito a la pared del útero.
•     Hacia la tercera semana, para cuando se produce la primera falta, el embrión en formación tiene unos dos milí­metros de longitud y desarrolla varias partes del cuerpo. Sólo en esta etapa comienza a depender de una placenta rudimen­taria. Recuerda algo a un gusano segmentado[4].
•     Hacia el final de la cuarta semana ya mide unos 5 mi­límetros. Es reconocible ahora como vertebrado, su corazón en forma de tubo comienza a latir, se advierte algo parecido a los arcos branquiales de un pez o un anfibio, y una cola pro­nunciada. Parece más bien una lagartija acuática o un rena­cuajo. Éste es el final del primer mes de gestación.
•     Hacia la quinta semana, cabe distinguir las grandes divisiones del cerebro. Se evidencia lo que más tarde serán los ojos y aparecen unos pequeños brotes que luego se trans­formarán en brazos y piernas.
•     Hacia la sexta semana el embrión mide 13 milímetros. Los ojos permanecen todavía a los lados de la cabeza, como en la mayor parte de los animales, y la cara reptiliana posee unas hendiduras unidas que más tarde darán lugar a la boca y la nariz.
•    Hacia el final de la séptima semana la cola casi ha de­saparecido y se advierten ya caracteres sexuales (aunque am­bos sexos parecen femeninos). La cara es de mamífero, pero un tanto porcina.
•    Hacia el final de la octava semana la cara semeja la de un primate, si bien aún no es del todo humana. En sus ele­mentos esenciales ya están presentes la mayoría de las partes del cuerpo. La anatomía del cerebro inferior está bien de­sarrollada. El feto revela respuestas reflejas a estímulos su­tiles.
•    Hacia la décima semana la cara tiene ya un aspecto in­confundiblemente humano. Comienza a ser posible distin­guir niños de niñas. Las uñas y las grandes estructuras óseas no resultan evidentes hasta el tercer mes.
•    Hacia el cuarto mes se puede diferenciar la cara de un feto de la de otro. En el quinto mes la madre suele sentir sus movimientos. Los bronquiolos pulmonares no empiezan a desarrollarse hasta aproximadamente el sexto mes y los al­véolos aún más tarde.
Etapas en el desarrollo del embrión y del feto durante las ocho semanas que siguen a la concepción. A la izquierda se muestra el óvulo recién fecundado, que contiene 46 cromosomas, toda la dotación a que han contribuido por igual el espermatozoide y el óvulo. Cada ilustración corresponde a una semana de embarazo, excepto la última, que se refiere a la octava semana. Tras unas etapas en que el feto se asemeja a un gusano, un anfibio, un reptil y un mamífero inferior, en la octava semana aparecen rasgos reconocibles de primate (mono, hombre). Pasarán meses antes de que se desarrollen los pulmones y se detecte una actividad cerebral distintivamente humana.

¿Cuándo accede, pues, un feto a la personalidad, habida cuenta de que sólo una persona puede ser asesinada? ¿Cuan­do la cara se torna claramente humana, cerca del final del pri­mer trimestre? ¿Cuándo reacciona ante los estímulos, tam­bién al final del primer trimestre? ¿Cuándo se torna lo bastante activo para que la madre lo sienta, hacia la mitad del segundo trimestre? ¿Cuándo los pulmones alcanzan un gra­do de desarrollo suficiente para que el feto pueda respirar por sí mismo, llegado el caso, el aire exterior?
Lo malo de estos hitos del desarrollo no es sólo que sean arbitrarios: más inquietante resulta el hecho de que ninguno implica características exclusivamente humanas, al margen de la cuestión superficial de la apariencia facial. Todos los ani­males reaccionan ante los estímulos y se mueven a su antojo. Muchos son capaces de respirar. Sin embargo, eso no impide que los matemos por miles de millones. Los reflejos, el movi­miento y la respiración no son lo que nos hace humanos.
Otros animales nos superan en velocidad, fuerza, resis­tencia, a la hora de trepar, excavar o camuflarse, en vista, ol­fato, oído, o en el dominio del aire o del agua. Nuestra única gran ventaja es el pensamiento. Somos capaces de reflexionar, de imaginar acontecimientos que todavía no han sucedido, de concebir cosas. Así fue como inventamos la agricultura y la civilización. El pensamiento es nuestra bendición y nuestra maldición, y nos hace ser lo que somos.
El pensamiento tiene lugar, desde luego, en el cerebro, sobre todo en las capas superiores de la «materia gris» reple­gada que llamamos corteza cerebral. Cerca de 100.000 millo­nes de neuronas cerebrales constituyen la base material del pensamiento. Las neuronas están unidas entre sí y sus cone­xiones desempeñan un papel crucial en lo que llamamos pen­samiento, pero la conexión a gran escala de las neuronas no empieza hasta el sexto mes de embarazo.
Mediante la colocación de electrodos inofensivos en la cabeza de un individuo, los científicos pueden medir la acti­vidad eléctrica emanada de la red de neuronas cerebrales. Di­ferentes tipos de acción mental revelan distintas clases de ondas cerebrales, pero las pautas regulares típicas del cerebro humano de un adulto no aparecen en el feto hasta cerca de la trigésima semana del embarazo, hacia el comienzo del tercer trimestre. Hasta entonces, los fetos, por vivos y activos que parezcan, carecen de la necesaria arquitectura cerebral. Toda­vía no pueden pensar. Aceptar que se puede matar cualquier criatura viva, en especial una que más tarde tal vez se con­vierta en un bebé, es problemático y doloroso, pero hemos rechazado los extremos «siempre» y «nunca», y eso nos co­loca, querámoslo o no, en la pendiente resbaladiza. Si tene­mos que optar por un criterio de desarrollo, aquí es donde hay que trazar la raya: cuando se hace posible un mínimo asomo de pensamiento característicamente humano.
Se trata, en realidad, de una definición muy conservadora: rara vez se encuentran en un feto ondas cerebrales regula­res. Serían útiles nuevas investigaciones (también comienzan tardíamente las ondas cerebrales bien definidas durante la gestación de fetos de babuinos y ovejas). Si pretendemos que el criterio sea todavía más estricto para tomar en considera­ción el desarrollo cerebral precoz de algún feto, podemos trazar la raya a los seis meses. Ahí es en donde la trazó el Tri­bunal Supremo de Estados Unidos en 1973, aunque por ra­zones completamente diferentes.
Su decisión en el caso Roe contra Wade modificó la legis­lación estadounidense sobre el aborto, que lo permite a peti­ción de la mujer sin limitaciones durante el primer trimestre y, con ciertas restricciones encaminadas a proteger su salud, en el segundo trimestre, y autoriza a los estados a prohibir el aborto en el tercer trimestre, excepto cuando exista una seria amenaza para la vida o la salud de la mujer. En la decisión de Webster de 1989, el Tribunal Supremo se negó explícitamen­te a revocar la sentencia del caso Roe contra Wade, pero de hecho invitó a las 50 legislaturas estatales a que decidiesen por su cuenta.
¿Cuál fue el razonamiento en el caso Roe contra Wade? No reconocía peso legal a lo que suceda con los niños una vez nacidos o con la familia. El tribunal determinó, en cam­bio, que el derecho de una mujer a la libertad de reproduc­ción se halla protegido por la garantía constitucional de su intimidad. Ahora bien, ese derecho no es omnímodo. Hay que sopesar la garantía de intimidad de la mujer y el derecho a la vida del feto, y cuando el tribunal consideró la cuestión otorgó prioridad a la intimidad en el primer trimestre y a la vida en el tercero. La transición no se estableció según las consideraciones tratadas hasta ahora en este capítulo: cuándo sucede la «infusión del alma» o en qué momento reviste el feto suficientes rasgos humanos para ser protegido por la le­gislación contra el asesinato. El criterio adoptado fue, por el contrario, si el feto podía vivir fuera de la madre. Esto es lo que se denomina «viabilidad», y depende en parte de la capa­cidad de respirar. Sencillamente, los pulmones no están desa­rrollados y el feto no puede respirar —por muy perfecciona­do que fuese el pulmón artificial de que se le dotase— hasta cerca de la vigésimo cuarta semana, hacia el comienzo del sexto mes. Es por esto por lo que la legislación estadouni­dense permite a los estados prohibir los abortos en el tercer trimestre. Se trata de un criterio muy pragmático.
Según la argumentación, si en una cierta etapa de la gesta­ción pudiese ser viable el feto fuera del útero, entonces su de­recho a la vida se impondría al derecho de la mujer a la inti­midad. Ahora bien, ¿qué significa «viable»? Incluso un recién nacido a término no es viable sin cuidado y cariño considera­bles. Hace tan sólo unas décadas, antes de las incubadoras, la viabilidad de los bebés nacidos en el séptimo mes era improba­ble. ¿Hubiera sido admisible entonces abortar en el séptimo mes? ¿Se tornaron de repente inmorales los abortos en el séptimo mes tras la invención de las incubadoras? ¿Qué su­cederá si en el futuro se desarrolla una nueva tecnología que permita a un útero artificial mantener un feto vivo incluso an­tes del sexto mes, proporcionándole oxígeno y nutrientes a través de la sangre (como hace la madre a través de la placen­ta)? Reconocemos que es improbable que vaya a existir esa tecnología a corto plazo o que llegue a estar al alcance de gran número de personas, pero ¿sería entonces inmoral abor­tar antes del sexto mes cuando antes no lo era? Una morali­dad que depende de la tecnología y cambia con ésta es una moralidad frágil y, para algunos, inaceptable.
Es más, ¿por qué han de ser la respiración, el funciona­miento de los riñones o la capacidad de resistir las enfer­medades, por ejemplo, justificativos de la protección legal? ¿Sería admisible matar un feto que revelase pensamientos y sentimientos pero que no fuera capaz de respirar? A nuestro juicio, el argumento de la viabilidad no puede determinar de manera coherente cuándo son admisibles los abortos. Se requiere otro criterio. Una vez más, ofrecemos la considera­ción del primer atisbo de pensamiento humano.
Puesto que, por término medio, el pensamiento fetal co­mienza a manifestarse incluso después del desarrollo fetal de los pulmones, creemos que la sentencia del caso Roe contra Wade fue una decisión buena y prudente respecto de una cuestión compleja y difícil. Con la prohibición del aborto en el último trimestre —excepto en los casos de grave necesidad médica— se alcanza un equilibrio justo entre las reivindica­ciones enfrentadas de la libertad y de la vida.
Cuando apareció este artículo en Parade, iba acompa­ñado de un recuadro con un número de teléfono al que podían llamar los lectores para manifestar sus opiniones sobre el aborto. Se recibieron nada menos que 380.000 lla­madas. Había cuatro opciones: «el aborto tras la concepción es un asesinato», «una mujer tiene derecho a optar por el aborto en cualquier momento de su embarazo», «debería permitirse el aborto durante los tres primeros meses de embarazo» y «debería permitirse el aborto du­rante los seis primeros meses de embarazo». Parade apare­ce en domingo, y para el lunes las opiniones estaban bien repartidas entre estas cuatro opciones. Luego Pat Roberton, un evangelista integrista aspirante a la candidatura presidencial republicana de 1992, compareció en su pro­grama diario de televisión apremiando al público a tirar Parade a la basura y lanzando con claridad el mensaje de que matar un cigoto humano es asesinato. Se salieron con la suya. A la actitud de la mayoría de norteamericanos, por lo general favorable a la elección —como repetidamente muestran los sondeos de opinión demográficamente con­trolados y reflejada en los primeros resultados de las lla­madas— se impuso de manera abrumadora una organiza­ción política.

Fuente: Carl Sagan, Miles de Millones, 1998. 



[1]Dos de los más enérgicos antiabortistas de todos los tiempos fueron Hitler y Stalin, quienes inmediatamente después de asumir el poder declararon delito la comisión de abortos antes legales. Otro tanto hicieron Mussolini, Ceausescu e incontables dictadores y tiranos nacionalistas. Claro que, en sí mismo, éste no es un argumento en favor de la elección, pero nos previene sobre el hecho de que estar en contra del aborto no tiene por qué ser muestra de un compromiso profundo con la vida humana.
[2] Martín Lutero, fundador del protestantismo, se mostró opuesto incluso a esta excepción: «No importa si se fatigan o incluso mueren por parir hijos. Perezcan en aras de su fertilidad, para eso están aquí.» (Lutero, Vom Ebelichen Leben, 1522.)
[3] ¿No deberían igualmente los partidarios de la vida fijar los cumpleaños de acuerdo con el
momento de la concepción y no la fecha de nacimiento? ¿Acaso no tendrían que interrogar minuciosamente a sus padres acerca de su historia sexual? Existiría, desde luego, una cierta incertidumbre irreducible: después del coito pueden pasar horas o días antes de que se produzca la concepción (lo que constituye una dificultad especial para los adversarios del aborto a quienes también interese la astrología).
[5] Cierto número de publicaciones de derechas y cristianas integristas han criticado este argumento, afirmando que se basa en una doctrina obsoleta, denominada recapitulación, de Ernst Haeckel, un biólogo alemán del siglo XIX, quien postuló que los pasos en el desarrollo embrionario individual de un animal reproducían (o «recapitulaban») las etapas de la evolución de sus antepasados. La recapitulación ha sido estudiada de forma exhaustiva y escéptica por el biólogo Stephen Jay Gould (en su libro Ontogeny and Phylogeny, Harvard University Press, 1997). Pero en nuestro artículo no decíamos una palabra de la recapitulación, como puede juzgar el lector. Las comparaciones del feto humano con otros animales (adultos) se basan en su apariencia (véanse ilustraciones). La clave de la argumentación de estas páginas no reside en la historia de su evolución, sino en su forma no humana.