viernes, 2 de abril de 2010

Archipiélago de Sudamérica situado en el océano Atlántico Sur, en la plataforma epicontinental llamada... Mar Argentino... ¿?

Las Islas Malvinas situadas en la plataforma del mar Argentino fueron tomadas a la fuerza por el Reino Unido en 1833.
El 2 de abril 1982 fuerzas militares del ejército argentino irrumpieron en las islas Gran Malvina, Soledad, Sándwich del Sur y Georgia del Sur, recuperándolas en pocas horas debido a  la poca presencia militar británica en la zona.


Argentina estaba bajo el gobierno de facto de Galtieri, la guerra de Malvinas fue la última carta que jugaron los militares para levantar la imagen y el respeto público que venían pisoteando desde 1976.
El conflicto duró 74 días, que concluyeron después de 44 días de combates, con un saldo de 649 muertos argentinos y 255 muertos británicos. 






Mario Benjamín Menéndez, ex gobernador militar de Malvinas, entrevistado por Alberto Amato para Clarín en 2002.

- Más allá de lo que significa Malvinas, ¿cómo ve hoy aquella guerra? ¿Fue un desatino, una locura, un buen intento...?

- Le diría que nos encontramos envueltos en una guerra que Argentina no había buscado, que no había previsto. Se llevó a cabo un acto militar que debía motivar una negociación política. Lamentablemente, los supuestos no se dieron.

 - (...) ¿Fue lógico, descabellado, bien o mal planificado...?

 - Hay una imprevisión. Hay una falla de apreciación cuando se plantean los supuestos. Esos supuestos son: Inglaterra está comprometida con la OTAN y con su situación política interna. A Inglaterra le cuesta mucho dinero sostener Malvinas y van a querer sacárselas de encima. En ese planteo actuaron nuestros expertos diplomáticos en política exterior. Cuando recrudece el conflicto en Georgias, el entonces canciller Costa Méndez plantea apurar la recuperación de Malvinas para mantener el factor sorpresa y la acción incruenta. Hubo un apuro muy grande. Eso conlleva problemas de equipamiento militar y estratégicos. Los planes eran sólo para la ocupación y cinco días más. El resto no estaba preparado, no estaba estudiado.

—El hecho es que Argentina, que quería negociar, va a una guerra que no deseaba.

—Argentina quería ganar tiempo, tratar de cumplir el objetivo del "Día D más cinco", negociar antes de que Inglaterra llegara para recuperar las islas militarmente. Para ganar tiempo y tal vez para preocupar a los ingleses ante un costo mayor de la operación inicial, Argentina decide que va a defender las Malvinas y a enviar tropas. Eso no estaba previsto. Y empezamos a improvisar. Cuando yo llegué, el 4 de abril, dijeron: "Bueno, que vaya un regimiento que esta en reserva, el 8 de Comodoro Rivadavia."Ahora, ¿había algún plan de defensa? ¿Se podía decir para qué va y adónde lo vamos a poner? Llegó ese regimiento. Se ubicó cerca de Puerto Argentino, comiendo de la cocina de Seineldín, que era jefe del regimiento 25. Después llegó el Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5), con todas sus cosas. "¿Qué hacemos...? Que achique la zona Seineldín y que se le ponga al lado el BIM 5." Esto se transformó en un plan de defensa. Pero poco después llega la Brigada X, la del general Jofre: hagamos otro plan. Pero era otro plan según nuestro leal saber y entender: todavía no había un plan de conjunto para la guerra, para enfrentar a la fuerza de tareas inglesa.

—Contado así suena muy improvisado...

—Es lo que le digo: si usted quiere enfrentar lo imprevisto, usted improvisa.

—¿Y cuál fue su papel en la guerra? ¿El de un simple engranaje? ¿Tuvo poder de decisión? ¿Lo tomaron como el pato de la boda...?

—En los niveles de conducción de la guerra, yo no estaba en el primer nivel. Estaba en el cuarto. La guerra se conduce desde lo político y estratégico: la Junta Militar y el entonces presidente Galtieri. De ahí pasa a lo estratégico militar: el Estado Mayor Conjunto. De allí a lo estratégico operacional, que lo hacía el almirante Lombardo, comandante del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur. Después viene Malvinas. Y en Malvinas estaba yo. Mi nivel era el número cuatro. No manejaba la Fuerza Aérea, no manejaba la flota. Podía pedir, pero no ordenaba ni comandaba. Todo el mundo me ha visto como la gran cabeza de Malvinas y, como digo siempre, mi flota eran dos patrulleras de Prefectura, un remolcador, un buque de apoyo de plataforma y un buque de transporte interisleño. Y algún barco mercante.

—Pero sus tropas pasaron frío, pasaron hambre, tuvieron incluso problemas con el armamento: padecieron mucho más que el rigor ya de por sí terrible de una guerra.

—Estamos hablando de imprevisión. Y muchas veces de improvisación. Si usted tiene una pista muy corta en el aeropuerto, no puede operar aviones de alta performance, a los que hay que atender técnicamente. Malvinas no tenía esa posibilidad. Debió haberse previsto. O enviar buques en forma inmediata para alargar la pista. Imagínese: tuvimos que hacer un baño para la tropa. A lo mejor se pudieron prever baños portátiles. En Malvinas no había panadería: la tuvimos que rehabilitar nosotros. Podemos hablar de cosas más elementales, como enviar una brigada sin los elementos que necesitan esos hombres para subsistir. Los cañones de 155 milímetros llegaron por avión, porque de entrada no se habían previsto. ¿Fue una falla de los que estábamos allá? La idea que se tenía sobre un ataque inglés era la de un desembarco anfibio y no la de una guerra de sitio como la que se dio.

—Da la impresión de que íbamos diez minutos detrás de los ingleses.

—Íbamos atrás de los acontecimientos que, al no estar previstos... Siempre faltaban diez para el peso. Es muy difícil juzgar los hechos con la sabiduría del después.

—¿Vio venir la derrota?

—Por apreciación real o por deseo, usted piensa que si afecta al enemigo, cambia la relación de fuerzas. Por ejemplo, si elimina sus portaaviones. Pero si no anula ni los portaaviones ni el dominio aéreo, sabe que sufre un desgaste y que es una cuestión de tiempo que el enemigo establezca una cabeza de playa ante la que usted no puede hacer nada. Usted no tiene nada en el mar, porque después de los primeros intentos navales argentinos, ante un despliegue como el inglés no había grandes posibilidades de éxito. Menos cuando aparece la dupla imbatible "observación satelital—submarino nuclear." El combate en el aire, más allá del coraje y la valentía de nuestros pilotos, era imposible por el material que los norteamericanos les habían dado a los ingleses, como el poderoso misil Sidewinder. Son cosas que marcan diferencia. El cañón 105 inglés tenía un alcance cinco kilómetros mayor que el nuestro. Es como estar frente a un boxeador con un alcance de brazos de un metro setenta y usted con un alcance de un metro veinte: el otro siempre le pega, y usted no. Si me habla de fusiles, estábamos iguales. Pero los sistemas de captación de blanco y dirección de tiro de la artillería inglesa eran mucho mejores que los nuestros. Eso también marca una diferencia. Pese a todo, nuestra artillería encontró formas de oponerse, pero desgastando el material y las municiones, de manera que para el 14 de junio ya no había casi respuesta.

—¿No tenían más municiones?

—Quedaban muy pocos obuses, siete u ocho. Y la munición disponible era para no más de tres o cuatro misiones de fuego. Ellos tenían capacidad de vuelo nocturno de helicópteros, y nosotros no. Son cosas que marcan la diferencia. El presidente de Libia, Khadafy, nos mandó misiles SAM—7. Pero es un material sofisticado que no se puede empezar a usar con eficiencia desde el primer día.

—¿En algún momento sintió que desde el continente lo dejaban solo?

—No es que me hayan dejado solo. Creo que había cosas que, aunque quisieran, no podían cumplir. Le quería mostrar una lista de víveres y ropa que nunca llegaron. Lo suplí el día que llegó el buque hospital: hice bajar la comida del buque hospital, lo que está prohibido, le aclaro. Pero lo hice porque, si no, mi tropa ya no podía comer.

—¿Nunca pensó en dar un portazo y regresar?

—¡No! No, no... Frente a una misión de esa envergadura usted no se puede ir. Sí puse en antecedentes de ese mensaje a mi gente y les dije:"Puede que mañana tengan un nuevo comandante". Recuerdo que uno de ellos me dijo: "General, ¿usted cree que alguien va a agarrar esta papa caliente...?" El general Nicolaides estuvo en las islas. Se sorprendió por lo grande que eran. Hay otros que le atribuyen esto a Galtieri. Puede que lo haya dicho también. Pero Nicolaides dijo: "Qué grande es esto... Acá tendría que estar yo con todo el Primer Cuerpo y mi Estado Mayor." Ojo, no era descabellado. Moore tenía ochenta generales en su Estado Mayor. Y yo tenía cinco. Eso también hace una diferencia. Nicolaides vio el terreno, las tropas, se le explicó todo y se volvió. Nunca se pensó que en Malvinas podía convenir cambiarlo a Menéndez, poner a un general de división que tuviera más autoridad, más llegada. Yo nunca fui de decir:"Esto no lo hago". Así que lo hice. Y lo hice lo mejor que supe.

—¿Cuándo se da cuenta que la guerra está perdida?

—Cuando los ingleses desembarcan el 21 de mayo en San Carlos y desde el continente se piden muchas cosas que usted sabe, e informa, que son imposibles. Me pidieron que lanzara un contraataque a San Carlos. Por eso envié el mensaje que envié. Hasta por teoría se sabe que, después de una semana, una cabeza de playa está firme. Y los barcos ingleses lo siguen cañoneando y lo siguen bombardeando, y no los puede parar. Uno veía que se le venían. La única salida era romper el cerco desde afuera. Ahora, ¿qué podía hacer usted desde el continente? Tendría que haber usado la flota. Pero allí es donde el tema Chile tiraba de la cola. Podría haber intentado un ataque aéreo masivo, pero allí también Chile tiraba de la cola. El general Guglialmelli dijo alguna vez que fue un error encarar un conflicto con los ingleses sin tener solucionado el conflicto con Chile. El hecho es que hay un momento en el que yo digo: "Ni uno más". ¿Comprende? Ni un muerto argentino más.

—¿Cuándo?

—El 14 de junio.

—¿Con quién consultó la rendición?

—Con nadie. Eso es algo personal. Si no, parece que usted busca apoyo o en quien descargar culpas. Sí hablé con Galtieri.

—Y Galtieri le ordenó contraatacar...

—Sí, él decía que sacara a los soldados de los pozos. Y yo le dije: "Vea, creo que usted no me entiende, mi general". Le expliqué dos veces la situación. Le dije que teníamos una gran responsabilidad para con los soldados, que lo habían dado todo. Y que seguir la lucha iba a determinar más muertes. Yo tenía la esperanza, y así lo hice saber, de que se aceptara la Resolución 502 de Naciones Unidas, que daba a la Argentina como agresora pero imponía la suspensión de hostilidades, el retiro de las fuerzas y la negociación. Pero lo que Galtieri me dijo fue: "No puedo hacer lo que me pidió." Tuvo unas palabras de aliento que le agradecí pero le dije: "Si no puedo esperar nada de usted, no sé qué va a ser de la guarnición Malvinas en la noche de hoy. Y ante eso estoy dispuesto a asumir todas las responsabilidades que me corresponden." No recuerdo qué me dijo él y yo terminé: "Mi general, si no tiene nada más para mí, corto y fuera." La rendición fue la decisión más dura de mi vida, la tomé con mucha rabia, con mucho desasosiego.


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