martes, 13 de abril de 2010

Siddharta... Buda... Budismo

El budismo comenzó aproximadamente hace dos mil quinientos años como el deseo de un hombre de encontrar respuestas a las dificultades y a los conflictos de la vida. Ese hombre era Siddharta, nacido para llevar una vida acomodada y heredero del antiguo reino de los Sakyas, situado en lo que ahora es Nepal. Su padre, el rey  Suddhodana, y su madre, la reina Maya, lo criaron lejos de las penalidades de la vida ordinaria. Siddharta pasó gran parte de su niñez pensando que en la vida no existían las penurias, los retos ni el sufrimiento.

La acomodada vida de Siddharta chocó bruscamente con la realidad cuando un día se encontró cara a cara con todas las miserias del ser humano. Durante un breve roce con la existencia ordinaria que transcurría al otro lado de los muros de su palacio vio un funeral y a gente anciana y enferma en la calle. Eso dejó en él una profunda huella. Con veintinueve años, casado y padre de un hijo, Rahula, Siddharta decidió renunciar a los placeres mundanos y partir en busca de respuestas a las aflicciones que dominaban la vida del ser humano. Erró por el sagrado río Ganges, donde entabló diálogos espirituales con hombre sabios. Los brahmanes, conocidos entonces como bharat, dominaban la India; formaban una clase que monopolizaba el conocimiento de los escritos sagrados y determinaban los códigos que definían una vida virtuosa. El joven príncipe convertido en trovador pasó seis rigurosos años buscando respuestas. En algún momento durante esos seis años, en vista de que ni los brahmanes eran capaces de darle la respuesta que buscaba, Siddharta empezó a trazar su propio rumbo filosófico.

El viaje lo llevó hasta el río Neranjara, cera de la actual Gaya, ciudad del norte de India que pertenece al estado de Bihar. Cuenta la leyenda que un atardecer, sentado bajo un árbol (ahora venerado árbol Bodhi o árbol de la Sabidurìa) a orillas del río, Siddharta, que entonces tenía treinta y cinco años, alcanzó la iluminación. Fue en ese momento cuando el príncipe que pudo ser rey se convirtió en Buda, el iluminado.

Buda pronunció su primer sermón a cinco ascetas en una reserva de ciervos de Isipatana (ahora conocido como Sarnath). Durante los siguientes cuarenta y cinco años enseño a gentes de toda clase y condición: mercaderes, mendigos, reyes, monjes, sabios, y buscadores de la verdad. A lo largo de esas cuatro décadas y media, creó una filosofía que trasciende la religión tradicional y ofrece una forma racional y convincente de  comprender la vida. Si existe un pensamiento que verdaderamente resume las enseñanzas de Buda, es: Uno mismo es su propio refugio. ¿Qué otro refugio podría haber?”. Eso significa que cada individuo es su propio maestro y que no existe una entidad o ser elevado que controle los asuntos humanos. En sus ochenta años de vida, Buda, a diferencia de los fundadores de otros grandes credos o filosofías, jamás se asignó el papel de salvador. De hecho, en sánscrito la palabra buda tiene una connotación puramente intelectual. Significa que uno ha comprendido las respuestas a los interrogantes, conflictos, y situaciones de la vida. Buda es aquel que ha experimentado un despertar intelectual puro. Buda sostuvo a lo largo de toda su vida que dicho despertar no es exclusivo de unos pocos, sino que puede alcanzarlo cualquier individuo que esté interesado en ello.

Buda animaba a la gente a dudar. Creía que la duda era un gran obstáculo en el camino hacia el nirvana (la verdad o realidad última), pero también el primer paso fundamental del proceso de aprendizaje. A menos que se diera ese paso y se superara el obstáculo, era imposible alcanzar el nirvana. Acorde con esta visión, Buda jamás estableció artículos de fe. La duda y la ignorancia no eran consideradas pecados, sino carencias que podían superarse mediante el conocimiento y la comprensión.

A fin de liberar a los seres humanos de la dependencia a una entidad superior llamada Dios, Buda desarrolló cuatro verdades fundamentales. Tales verdades formaron el primer sermón que pronunció a los cinco ascetas. A éstas las identificó como dukkha, samudaya, nirodha y magga.




“La vida es sufrimiento; la causa de este sufrimiento proviene de que el hombre desconoce la naturaleza de la realidad y se apega a los bienes materiales; el sufrimiento puede tener fin si el hombre logra superar su ignorancia y renuncia a las ataduras mundanas”

“Siddharta -He tenido ideas, sí, e incluso razonamientos de vez en cuando. En alguna ocasión he creído sentir en mí cómo se percibe la vida en el corazón, pero tan sólo por una hora o un día. Eran muchas las ideas, y me sería difícil comunicártelas. Mira, Govinda, ésta es una de las cuestiones que he descubierto: la sabiduría no es comunicable. La sabiduría que un erudito intenta comunicar, siempre suena a simpleza.
-¿Bromeas? -inquirió Govinda.
-No. Digo lo que he encontrado. El saber es comunicable, pero la sabiduría no. No se la puede hallar, pero se la puede vivir, nos sostiene, hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni enseñar. Esto era lo que ya de joven pretendía, y lo que me apartó de los profesores.”

“En la profunda meditación existe la posibilidad de anular el tiempo, de ver toda la vida pasada, presente y futura a la vez, y entonces todo es bueno, perfecto: es brahma. Por ello, lo que existe me parece bueno; creo que todo debe ser así, tanto la muerte como la vida, el pecado o la santidad, la inteligencia o la necedad; todo necesita únicamente mi afirmación, mi buena voluntad, mi conformidad de amante: entonces es bueno para mí, y nunca podrá perjudicarme.”

“Pero no me hagas hablar más sobre todo ello. Las palabras no son buenas para el sentido secreto; en cuanto se pronuncia algo ya cambia un poquito, se lo falsifica..., sí, y también esto es muy bueno y me gusta asimismo, estoy muy de acuerdo que lo que es tesoro y sabiduría de una persona, parezca a otra una locura.”

“Siddharta”, Herman Hesse.
“Dalai Lama. Hombre, monje, místico”, Mayank Chhaya.

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